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MEMORIA FUGAZ DEL ARTE 
CONCEPTUAL VENEZOLANO
© 2002

Roberto Echeto 

 

Obertura:

El Arte vivió durante siglos sólo en la pintura, en la escultura, la literatura y la música. En nuestro mundo lo artístico vive en esas y en otras disciplinas. La razón es que el arte contemporáneo es un arte ampliado; es la instancia cultural de nuestro tiempo capaz de llevar una conciencia sensible y humanística a otros espacios y a otros sistemas. Por eso, hoy en día, es fácil encontrar rastros de lo artístico en el cine, la televisión, el diseño industrial, el periodismo, los espectáculos públicos, la moda e inclusive en la más mínima expresión de la experiencia cotidiana como nos lo hacen evidente los artistas conceptuales.

Hasta hace poco se concebían como objetos artísticos sólo a aquellos productos surgidos de las bellas artes. Hoy en día la noción es otra. El arte contemporáneo trata de incluir en su proyecto una visión del quehacer técnico e intelectual mucho más compleja que la que se tenía en el pasado, y eso surgió a partir de ciertas rupturas relacionadas con la evolución de las "artes tradicionales" y con el surgimiento de nuevos sistemas de representación.

Las imágenes que se producen en nuestra época integran el conocimiento obtenido a través de diversas disciplinas; de ahí su carácter múltiple y, a veces, desconcertante. El arte que se hace hoy asume los hechos científicos, tecnológicos y comunicativos con la misma naturalidad con la que asume el uso del pincel, de los colores, del papel... Por eso debemos estar abiertos a lo que los artistas contemporáneos nos planteen sin prejuzgarlos.

Aclaramos estos puntos porque en las siguientes líneas el lector encontrará algunos de los postulados que modelan al arte conceptual, un arte aparentemente de difícil comprensión para un público acostumbrado a formas artísticas menos retadoras y más tradicionales. El arte que estudiaremos no es tan hermético como parece.

Un poco de historia

En el año 1917, Marcel Duchamp participó en el Salón de Artistas Independientes de Nueva York con una obra que a la larga cambiaría la manera de percibir el hecho artístico. En esa muestra, Duchamp expuso su famosa Fontana, un urinario normal y corriente que no tenía nada de extraño, salvo el hecho de estar en un lugar que,  en estricto sentido,  no le  correspondía.  A ese acto tan especial y transgresor, Duchamp lo llamó ready-made.

Un ready-made es un procedimiento artístico por medio del cual se produce una nueva percepción de los objetos gracias a que el artista los saca de su contexto original. Un urinario fuera del baño puede ser una pieza digna de observarse por la curvatura de sus formas, su ergonomía o la calidad de su diseño. Dentro del sanitario esa misma pieza es una insignificante cosa que sólo sirve para recibir fluidos y desechos corporales. Bastó y sobró que Duchamp sacase el urinario para que este objeto se cargara de poesía... Y es precisamente esa capacidad de producir poesía con los objetos lo que tanto llamó la atención de ese gran artista, humorista y pensador que fue Marcel Duchamp. Según la crítica posterior, su gran aporte a la historia del arte fue habernos hecho entender que las vivencias estéticas no se limitan a la información que recibimos a través de los cinco sentidos, sino a lo que seamos capaces de procesar intelectualmente. De ese modo, el arte del siglo XX encontró un camino que se eleva por sobre las limitaciones técnicas, logrando un tipo de representación artística que pone su acento en las ideas y en los conceptos que el artista sea capaz de manipular.


Desde sus inicios, los ready-mades cuestionaron la relación que existe entre los objetos artísticos, su contexto y el público que los admira. Para cierto tipo de espectador aún es común que el arte sea, preponderantemente, un reto a su percepción visual o auditiva, en el caso de la música; sin embargo, el arte no se limita a la percepción sensorial. El arte es un medio de comunicación de ideas, de conceptos.

Los ready-mades fueron los primeros artefactos que nos obligaron a pensar al arte como un hecho que no depende en su totalidad de la presencia física y tangible de un objeto especial, de una pincelada, de un trozo de mármol o de un excelente dibujo. Los ready-mades nos enseñaron que la vivencia estética también es un asunto intelectual que requiere más de nuestra capacidad para asociar ideas que de "la perfección" que se le adjudica (merecida o inmerecidamente) a los objetos artísticos que se exhiben en galerías y museos.

Las observaciones hasta aquí presentadas fueron concebidas por Marcel Duchamp hace casi un siglo. Lograr chispazos de poesía sacando objetos de su contexto original puede parecer a simple vista una tontería; sin embargo, semejante actitud conformó, por un lado, nuestra visualidad contemporánea ávida de artefactos bien diseñados, bien hechos y casi cercanos a la perfección formal, y, por otro, le brindó la oportunidad al artista de que su gesto creador se viera liberado del objeto en sí para ser fundamentalmente idea, discurso. De este último precepto se aferraron movimientos artísticos posteriores para desarrollar toda una teoría y toda una obra. El arte conceptual, junto al arte efímero, al arte póvera, al arte corporal y al minimalismo, es uno de esos movimientos .

Un arte de lo no visible:

El arte conceptual pone sus esfuerzos en la posibilidad de transmitir ideas sin necesidad de que el objeto artístico protagonice el acto comunicativo. Para los artistas conceptuales lo más importante es esa carga intelectual y no visible que está detrás de cualquier obra sustentando su existencia: la idea, la duda, la pregunta, la intuición, el problema... Quizás uno de los mayores aportes de los conceptualistas sea el habernos mostrado que todo arte es conceptual y que detrás de toda obra hay un terreno de inasibles que, al igual que los sustratos físicos, también la configuran. Así tenemos que un artista conceptual es un individuo capaz de manipular las elucubraciones que rodean al arte con la finalidad de crear nuevas problemáticas. Curiosamente, tales descubrimientos intelectuales constituyen su obra.

La materia principal con la que trabajan los conceptualistas es ésa con la que se materializan de manera inmediata las ideas: la palabra. El arte conceptual es un arte discursivo cuyo acento principal se centra en conceptualizar la experiencia estética, a través de diversos medios como objetos, textos o performances. De ahí que sea una manifestación creadora orientada a la reflexión y a que sea vista como una instancia profundamente influida por las ciencias lingüísticas.

De hecho, el término "arte conceptual" fue acuñado en 1966 en la revista Art & Language, una publicación que pretendía ser considerada como una obra plástica.

Desde sus inicios, el conceptualismo nos ha mostrado que el arte tiene un lenguaje interno y hasta secreto que puede codificarse y moldearse como si fuera cualquier otro material, asumiendo, a veces, la forma de un tratado teórico o la de un relato lleno de anécdotas asombrosas. Sin embargo, hay que decir que el uso del lenguaje no es el único recurso que utilizan los artistas conceptuales para presentar sus ideas. Tal vez la mencionada diversidad se deba a la siguiente paradoja: el arte conceptual cuestiona el prestigio y "la santidad" del objeto artístico, legitimando lo inasible que lo forma, aunque nada de eso exista sin un formato que lo materialice. Tratar de escapar de semejante paradoja explica la diversidad de formas en que se nos presenta el arte conceptual. 

El performance, la instalación , el registro fotográfico, la apropiación de otras obras, la escritura de ensayos o artículos teóricos y el cambio de contexto de ciertos objetos son algunas de las fachadas que asume el arte conceptual.

En todas puede leerse el cuestionamiento al objeto en tanto algunas son manifestaciones efímeras o en cuanto a que otras se nos presentan sólo como proyectos, como posibilidades de algo inacabado cuya concreción final no es lo importante. Sin embargo, hay que hacer una precisión: una obra de arte no se convierte en "conceptual" porque sea presentada en forma de performance, instalación, fotografía, video o cualquier otro "nuevo lenguaje". Los medios utilizados para realizarla no califican a priori a la obra ni la convierten porque sí en parte de un movimiento artístico. Digamos que la voluntad del artista y las ideas que desea comunicar son las pautas que rigen el uso de tal o cual material.


Roberto Obregon, Colección
privada Cisneros

El arte conceptual trabaja además con una manera muy particular de representar las cosas a través de la metonimia, un recurso retórico que permite representar un objeto sugiriendo apenas algunas de sus partes. En las obras conceptuales, la metonimia deja de ser un artificio del lenguaje y se transforma en una posibilidad que le permite a los artistas esbozar contenidos a partir de cualquier material, logrando que las ideas adquieran cuerpo de muy distintas maneras. En el fondo, lo que busca el arte conceptual es ampliar la comunicación del artista y de la obra con la gente, modificando la manera casi siempre pasiva como el espectador participa de la experiencia estética, y esto lo logra el artista subrayando los elementos pequeños, cotidianos y hasta triviales de su representación.

Algo que quizás resuma estas afirmaciones es la complicidad que de parte del público necesitan las piezas de arte conceptual para completar su plan comunicativo.

En muchos casos es el espectador quien cierra el ciclo de la obra con su participación activa, con su cultura y su memoria más que como simple observador. El conceptualismo es un discurso artístico basado en otras artes o, mejor dicho, en el campo de suposiciones y de conocimientos que rodean a las obras que integran la "gran historia del arte universal". De ahí la necesidad de un receptor capaz de descifrar los niveles de lectura y de juego, las referencias, las críticas y hasta el humor que estas obras contienen.

Arte conceptual venezolano:

Al igual que en otras latitudes, Duchamp, Joseph Beuys, el grupo Fluxus, Joseph Kosuth, Sol LeWitt, J. Baldesari y Bernar Venet, en nuestro país el arte conceptual se caracteriza por su carácter diverso, por aparecer ante nosotros bajo múltiples apariencias. Por eso es tan difícil afirmar que tal o cual artista venezolano desarrolla un trabajo exclusivamente conceptual. A pesar de semejante confusión, nada impide que esbocemos un listado de artistas conceptuales venezolanos, aclarando que podríamos agregar algunos y quizás borrar otros. 

Resulta difícil precisar los antecedentes del conceptualismo en Venezuela, y eso, en parte, porque nuestro interés crítico a veces cae en el error de tildar de conceptuales a todos los artistas que hayan propuesto -y propongan- una obra poco usual.

Hay estudiosos, como Juan Calzadilla , que vieron en Armando Reverón a un precursor de los nuevos lenguajes que, años después, serían asociados al arte conceptual. Calzadilla se centra en el "ritual" corporal con el que cumplía el maestro antes de pintar un cuadro. Para el crítico, esos elementos tienen el valor de un performance, de un conjunto de movimientos minuciosamente programados que formaban parte, no sólo de su pintura sino de su obra completa. Así, en la película de Roberto Lucca o en las fotos de Victoriano De los Ríos, podemos ver registros de esa forma de arte que Reverón desarrollaba con su propio cuerpo, con su mono Pancho y con una serie de objetos, entre los que se cuentan las muñecas, el pequeño caballete y el traje de luces del mono Pancho. Calzadilla también propuso a Alberto Brandt como precursor del conceptualismo venezolano, argumentando que las conversaciones (o "reflexiones patafísicas") del artista son una manera de crear un arte no objetual en el que la propia presencia de Brandt se convertía en un elemento importante de su obra. 

Otros precursores del arte conceptual en Venezuela podrían ser los miembros del grupo El Techo de la Ballena, con algunas de sus exposiciones realizadas en la Librería Ulises de Sábana Grande, entre las que se cuentan Homenaje a la cursilería, de 1961, y Sujetos Plásticos, de 1963. En ambas, los integrantes del grupo (Hugo Baptista, Edmundo Aray, Carlos Contramaestre, Juan Calzadilla, Daniel González, Efraín Hurtado, Gabriel Morera, Perán Erminy, Adriano González León, J.M. Cruxent y Caupolicán Ovalles) expusieron sus montajes fotográficos, sus textos, fotocopias, postales y dibujos con el único fin de provocar al público y crear una propuesta artística rebelde ante las formas tradicionales de la sociedad, de la política y de la cultura. En este sentido, la muestra más provocadora del grupo es Homenaje a la necrofilia, de Carlos Contramaestre, en 1962. Allí el artista expuso obras realizadas con vísceras de animales, con trozos de carne y huesos en descomposición. 

Ese espíritu de rebeldía que arropaba por igual al arte y las letras se vio enriquecido por la publicación Rayado sobre el techo, órgano divulgador de las teorías, de las obras y de las actividades de El Techo de la Ballena. 

Fueran quienes fueran los que abonaron el terreno para desarrollar nuevos lenguajes en el arte venezolano, en nuestro país los artistas se interesaron en el conceptualismo como tal a partir de finales de los años sesenta. Aparte de los esbozos y de las prefiguraciones de algunos creadores muy meritorios, hay una generación de artistas que ha llevado hasta sus últimas consecuencias la creación de obras conceptuales. Los creadores que a continuación estudiaremos forman parte de esa generación.

Continuación.......(2da. parte)

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