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UN GRAN SEDUCTOR LLAMADO 
ADOLFO MARSILLACH

Maite Mainé


“ ME ENCANTAN LAS MUJERES, PERO UNA SOLA DE ELLAS PODRIA DESTRUIRME” manifestaba Adolfo MARSILLACH.


Contemplo, emocionada, la despedida, desde el Teatro Español en Madrid, de los restos mortales del que fue gran actor y director, Adolfo MARSILLACH, después de haberle sido entregada a su viuda, a título póstumo la Medalla al Mérito Artístico que el Ayuntamiento de la Capital de España le concedió “en reconocimiento a su valiosa trayectoria profesional, especialmente consagrada al Teatro”.

Poco después, sería incinerado y sus cenizas esparcidas en su Mediterráneo querido, deseo que había expresado siempre.

Acuden a mi mente recuerdos amables de otras tantas veces conversando con Adolfo MARSILLACH, una de esas voces incomparables, sopesando bien sus palabras, a las que imprimía como un ligero balanceo, una especie de ritmo.

En Barcelona, cara al mar, estuvimos charlando como dos colegas. De su profesión, del Teatro, de su vida. E incluso de sus temores…

Adolfo MARSILLACH SORIANO había nacido en Barcelona el 25 de enero de 1928. Fue hijo y nieto de ilustres periodistas y críticos teatrales, licenciándose en derecho en 1951. Fue precisamente en su época universitaria cuando MARSILLACH entró en contacto con el Teatro, gracias al TEU (Teatro Español Universitario), en donde participó de forma activa.

También, dentro del campo radiofónico hizo sus incursiones, debutando en el cuadro escénico de Radio Barcelona.

Ya en 1946 debutó en el teatro profesional en la Compañía de Alejandro ULLOA, y en el Cine con una película inolvidable“MARIONA REBULL”. Durante años fue alternando su trabajo como galán,entre el Teatro María Guerrero, de Madrid y el Español.

Sin embargo, continuó en el cine con algunos papeles secundarios, si bien destacó con el personaje de Ramón y Cajal en “Salto a la gloria”, que le valió, en 1960, la Concha de Plata en el Festival de San Sebastián, personaje que repitió, en televisión, a principios de los 80.

Continuó, en la década de los sesenta, protagonizando varias películas, sin descuidar nunca su labor en el Teatro, que era su máxima ambición, haciendo grandes incursiones en el mundo de la TV.

Marsillach fue, sin duda, ese gran seductor que se escucha con deleite dentro y fuera del Teatro: desde el patio de butacas o frente a él, mientras te cuenta algo de sí mismo...

Foto: Maite Mainé

Evidentemente, fue un auténtico animal de Teatro. Ya en 1965 asumió la dirección del Teatro Español , siendo nombrado director del Centro Dramático Nacional en 1977, cargo del que dimitió al siguiente año, regresando al teatro activo con “Tartufo”, de Moliere, personaje que ya había interpretado y dirigido a finales de los sesenta. Un éxito grandioso lo obtuvo,a principios de los ochenta con su primera obra firmada por él “Yo me bajo en la próxima, ¿y usted? “ que protagonizó junto a la actriz Concha Velasco, encargándose él mismo de la dirección de la obra.

Fundó y dirigió, a mediados de los ochenta, la Compañía Nacional de Teatro Clásico. En 1989 fue nombrado Director General del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (NAEM), pero continuó siempre montando y dirigiendo diversas obras de Teatro, dirigiendo también, en 1998 la coreografía del Ballet Nacional de España basado en “La Celestina”. Durante ese mismo año obtuvo el XI Premio Comillasde Biografías por su libro de Memorias:”Tan lejos,tan cerca (Mi vida)”, que dedicó a sus padres, y a sus dos hijas, Cristina y Blanca, nacidas de su primer matrimonio con la actriz Tere del Río.

Actualmente estaba casado con Mercedes Lezcano, con quien compartió, en placidez, largos años de su vida.

En escena se reencontró, en 1999 con su gran amiga y eximia actriz Nuria Espert, con el montaje de “¿Quién teme a Virginia Wolf?”, en una versión que él mismo dirigió. 


Foto:Maite Mainé

Adolfo Marsillach estaba enfermo desde hacía años, pero en el escenario, recobraba fuerzas increíbles, y el público no podía adivinar que bajo su cuerpo frágil y fuerza interpretativa y genial, estaba agazapada una grave enfermedad.

En el 2000 participó en el festival de verano GREC2000 (Barcelona) con su recital “Versos de mis cuatro esquinas”.

Fue galardonado con los más diversos premios y condecoraciones, pero fue un hombre sencillo, para quien el público merecía todo su respeto y a él se entregaba por entero, se desnudaba ante él.

Parecía un hombre complicado, pero no lo era. Le encantaban las mujeres, pero decía que una sola de ellas podría destruirle.

Había tenido finales amorosos muy malos, pero decía no arrepentirse nunca de lo que vivió. Ese ser llamado mujer, confesaba, le atraía como un abismo insondable.

En la Vida, se consideraba un ganador siempre……

- Incluso cuando pierdo, salgo ganando…….. me dijo

Una de las cosas que realmente le obsesionaba era la idea de la muerte. Y sobre todo, le obsesionaba porque no sabía exactamente qué había en el Más Allá o si, simplemente, sólo existía la Nada.

Comentaba que, cuando muriera, no quería homenajes póstumos, que le olvidáramos...

Querido actor, querido amigo, ¿cómo vamos a olvidar a uno y a otro?

Un actor como Adolfo MARSILLACH no muere con la Muerte. Y un amigo como él se recuerda siempre… Sólo me basta con cerrar los ojos y ver cómo permanecía quieto, la mirada ausente, cuando disparé la foto, con un reloj de pared, parado, detrás de él…

Me viene a la memoria un artículo que leí, de su padre, don Luis Marsillach, en un periódico de Barcelona que se llamaba “Hoja del lunes”. Eso ocurría al principio de mi profesión periodística, y hubo una frase que quedó grabada en mi memoria. Era, si no recuerdo mal.


En las fechas de Difuntos, y terminaba así:

…"Y es que los muertos, quedan solos. Solos y atrás…”

Yo replicaría a don Luis Marsillach diciéndole que no todos. Hombres como él o como Adolfo MARSILLACH, su hijo, perduran en la memoria de sus amigos, de su público. No, don Luis MARSILLACH….su hijo Adolfo nunca quedará solo. Ni atrás…… 

¿Quién olvida una voz, esa voz que esgrimía como magnífica arma Adolfo MARSILLACH?


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