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PINOCHO; UN CUENTO PARA LA ARGENTINA BALANCE
DE FANTASIA Catalina Pantuso Llegamos
al final del primer año de este nuevo milenio, y las próximas fiestas de
Navidad y Año Nuevo nos convocan a pensar sobre lo que ha sucedido en el mundo
y en nuestro país.
El balance general no es para nada alentador, y se espera el 1º de enero de
2001 con gran ansiedad para dar por concluido estos días de errores y
desencuentros. Todos
los cuentos tradicionales guardan una profunda sabiduría popular que nos
permiten ver nuevos mensajes en antiguas imágenes ya convertidas en mitos.
Creemos que Pinocho, el cuento de Carlo Collodi, es un excelente regalo para
aquellos que quieran interpretar, con una buena cuota de esperanza, la Argentina
de hoy. En
una lectura apresurada —y en las versiones simplificadas—, puede verse en
Pinocho un relato moralista que los padres utilizan para aleccionar a sus hijos
desobedientes. Sin embargo la historia es una síntesis de la situación social
y cultural de la Italia pobre de fines del siglo XIX. A diferencia de otras
historias fantásticas aquí no aparecen reyes poderosos, ni princesas hermosas,
ni palacios encantados, ni héroes invencibles. La problemática no tiene que
ver con el amor prohibido, sino con el crecimiento y con la responsabilidad
individual y social. Los
arquetipos del cuento Se
pueden tomar a los personajes del cuento como figuras arquetípicas de una
sociedad en crisis y desde esta óptica hacer un paralelo con el devenir histórico
de nuestro país. Pinocho,
el protagonista principal, será la representación del Estado Argentino. Es una
marioneta de madera que tiene conductas de niño pícaro y por momentos sus
actitudes lo colocan fuera de la ley. No es malo, es inconstante y su pereza lo
lleva a buscar el atajo más fácil que siempre se convierte en el camino más
largo y riesgoso. El
creador de Pinocho es Geppetto, un viejo carpintero simpático pero malhumorado,
que construye una marioneta para poder ganarse la vida como titiritero. En este
rol se puede imaginar a los que fundaron nuestra Nación (para no entrar en
contradicciones cada uno pondrá aquí a quienes considere los Padres de la
Patria). El
Hada es un ser fantástico que interviene circunstancialmente para ayudar a las
personas y les posibilita concretar sus deseos, ejerciendo su poder para
compensar las limitaciones de la condición humana, en este caso utiliza sus
dones en reiteradas oportunidades para salvar a Pinocho de la desgracia. El Hada
será la imagen de la Patria, es decir un conjunto de voluntades que buscan
solidariamente los valores del bien común. El
Grillo Parlante, quien advierte a Pinocho sobre las consecuencias que devienen
de la pereza, la mentira y la soberbia, será visto como la voz de la conciencia
popular. Ni
bien Geppetto termina la construcción del títere, éste se escapa y arma un
gran alboroto en las calles del pueblo. Sus llantos e intrigas hacen que la
policía se lleve preso al padre acusado, falsamente, de maltrato. En este punto
habrá que recordar a los hombres y mujeres que, en diferentes etapas de nuestra
historia, construyeron las instituciones de nuestra Nación y que se vieron
acusados injustamente. Las
primeras conversaciones de Pinocho son con el Grillo Parlante quien le
recomienda estudiar y aprender un oficio para ganarse el pan honestamente. En
lugar de escuchar estos consejos el muñeco intenta matar al grillo a
martillazos. Una clara metáfora de las tantas veces que el Estado Argentino (a
través de los Golpes de Estado) intentó acallar la voz de la conciencia
popular ejerciendo la violencia y la represión. La
cultura de la renta y la especulación El
viejo Geppetto se propone educar a Pinocho y con este propósito canjea su único
abrigo —en pleno invierno—, por el texto necesario para aprender a leer y
escribir. Éste promete ser aplicado y se emociona hasta las lágrimas, pero de
camino a la escuela vende su libro para entretenerse viendo una función de títeres.
Cuando el titiritero —cautivado por la simpatía del muñeco—, se entera de
este episodio le regala cinco monedas de oro para su padre. Desde
aquí en más comienza un largo camino de tentaciones y aventuras. Pinocho
quiere volver a su casa, abrazar a Geppetto y ser un estudiante aplicado, pero
tiene ambiciones desmedidas piensa recompensar el amor y el sacrificio de su
padre, comprándole un hermoso traje de oro y plata con botones de brillantes.
Intenta
volver a su casa pero nuevamente aparecen el Zorro y el Gato que esta vez, con
suma diplomacia, llevan a Pinocho hasta el "Campo
de los milagros", para enterrar las monedas de oro, con el objeto de
verlas multiplicadas en el árbol del dinero. Como es lógico el muñeco de
madera pierde todo su capital. No hay que hacer un esfuerzo de imaginación para
ver en el Zorro y en el Gato a los especuladores políticos y económicos de
nuestro país, que instalaron en la estructura estatal, la cultura de la renta
primero y de la usura después, en detrimento de casi todos los factores
productivos. El
difícil camino del reencuentro Pinocho
(el Estado) cayó preso (primer golpe de estado); fue obligado a actuar como un
perro; se enfrentó a una enorme serpiente; volvió a la casa del Hada en busca
de ayuda pero la creyó muerta (las Hadas, como la Patria, nunca muere siempre
vuelve con formas diferentes). Tomó conciencia de sus errores y se lamentó
sinceramente. Entonces una paloma (símbolo del amor, de la pureza y la
sencillez, que según el Génesis anuncia el final de la catástrofe) le trajo
noticias de su padre y lo llevó hasta la playa desde donde Geppetto, desafiando
una fuerte tormenta, zarpaba en busca de su hijo. Pero todo fue inútil, la
pequeña embarcación se hundió en el mar junto a su tripulante y fueron
tragados por un monstruo marino (pesce-cane) muy parecido a una ballena. Desesperado,
después de nadar toda la noche, Pinocho llegó a la isla de las "Abejas
laboriosas". Los habitantes de este lugar corrían de un lado a otro
realizando sus tareas; aunque humildes, todos tenían un oficio. En lugar de
aceptar el trabajo que se le ofrecía, el títere decidió pedir limosna pero no
logró conmover a nadie. Cuando ya estaba a punto de desfallecer de hambre y sed,
nuevamente aparece el Hada, quien lo lleva a su casa, le da de comer y le
promete convertirlo en un niño de carne y hueso si él va a la escuela y
aprende a trabajar (aquí se debe recordar a la Argentina que crecía en la
industria, el comercio y la cultura y que estructuró un estado que garantizaba
un piso de dignidad para todos y una enorme movilidad social ) Pero
el propósito de enmienda no duró mucho. Su padre había desaparecido, el
grillo no estaba en ningún lado y las malas compañías llevaron a Pinocho
hasta el "País de los Juguetes"
donde todo era diversión. Al poco tiempo se convirtió en un asno —símbolo
de los placeres carnales más groseros y que, por las características de su
conducta, se asocia con la estupidez y la ignorancia—. En su nueva encarnadura
animal fue vendido al dueño de una compañía ecuestre quien le enseñó a
hacer miles de piruetas utilizando el hambre y el látigo para domesticarlo.
Mientras actuaba en una función, en medio de las burlas del público y los
azotes del domador, Pinocho en su piel de asno encuentra nuevamente al Hada.
Pero al quebrarse las patas, el dueño decide sacrificarlo para fabricar un
tambor con su piel y con este propósito lo tira al mar. Los peces comen su
pelaje y vuelve a ser un muñeco de madera. Al recuperar su forma original
decide irse del "País de los
Juguetes" nadando hacia una pequeña isla que ve a lo lejos. Pero en
lugar de encontrar un refugio se topa con la monstruosa ballena —símbolo del
demonio que hunde en el infierno a los incautos— que se lo traga entero. Las
intenciones son buenas, pero... Las
elecciones del pasado 14 de octubre nos muestran la imagen de un Estado
Argentino tragado por la ballena del cuento. El pueblo ya conoce el precio de
sembrar monedas en el Campo de los Milagros y vivir mirando hacia otros países sin ver a
los vecinos de su barrio. La "viveza
criolla", que en muchas oportunidades nos dio muy buenos resultados, se
nos volvió en contra y ya no se puede seguir "atando con alambre" la trama de una sociedad cada vez mas
pobre y fragmentada. Cotidianamente
se cuestiona a una gran parte de la dirigencia social, política y económica.
Sin embargo, estos sectores del poder no saben (o no quieren) interpretar los
mensajes del Grillo (la conciencia popular) y preocupados cada vez más por el
"riesgo país" se han olvidado casi por completo al Hada. Al igual que
en la historia de Pinocho abundan las promesas y las buenas intenciones, los
proyectos y las autocríticas, pero.... Esta conjunción adversativa —que se
repite sistemáticamente ante cualquier tentación—, es la que concatena una
serie de situaciones cada vez más desgraciadas. El Estado Argentino quiso
acrecentar la libertad pero terminó
encarcelando a miles de ciudadanos, quiso garantizar la justicia social pero dejó sin cobertura médica a miles de jubilados, quiso
dignificar a los humildes pero no
controló la desocupación. En
el cuento de Collodi la relación de Pinocho con su creador es casi de
desconocimiento ya que en gran parte del relato están separados. Si bien el muñeco
lo recuerda con frecuencia, no es el padre que le enseña a enfrentar las
situaciones difíciles y a transitar por el mundo. En este punto es interesante
señalar que en la historia argentina se da un distanciamiento reiterado de
figuras muy significativas y con responsabilidad en el poder público (que
pueden ser tomadas como figuras paternas). En primer lugar hay que recordar que
ante las invasiones inglesas el Virrey Sobremonte huye a Córdoba dejando
desprotegida a la Ciudad de Buenos Aires. El primer Gobierno Patrio se impone
porque el Rey Fernando VII de España cae prisionero de Napoleón. Las disputas
por la construcción del Estado hacen que figuras como Moreno, San Martín y
Rosas mueran en el exilio. Dos presidentes con diferentes concepciones y fuertes
liderazgos, Sarmiento y Perón, también vivieron exiliados. Teniendo en cuenta
que el padre es símbolo de protección, vigilancia y cuidado pero al mismo
tiempo de dominio e imposición de las normas, queda claro que el Estado
Argentino no tiene un verdadero diálogo con sus fundadores y mantiene la
vigencia de viejas controversias sin lograr un proyecto de Nación que incluya a
todos los sectores sociales. En
medio de la oscuridad, aterrado por el miedo, Pinocho se encuentra nuevamente
con Geppetto —quien ahora es un anciano que casi no puede mantenerse en pie—
y se arrepiente sinceramente de todos los problemas que le ha causado. Con una
estrategia basada en la astucia, Pinocho y su padre logran escapar del vientre
de la ballena y después de muchos esfuerzos se abrazan en tierra firme. Allí
están nuevamente el Zorro y el Gato, viejos y hambrientos pidiendo limosna. La
respuesta es contundente: "Ya me han engañado una vez, ahora no lo harán más. Los dineros
robados nunca dan frutos". El Grillo se presenta señalándoles una
linda cabaña —regalo del Hada— en donde pueden instalarse para descansar y
comenzar una nueva vida. El muñeco empieza a trabajar como campesino para
alimentar a Geppetto y al enterarse de que el Hada está gravemente enferma,
toma todos sus ahorros y se los regala para que pueda curarse. El cuento termina
cuando Pinocho finalmente se convierte en un chico de carne y hueso y mira al títere
vencido en un rincón. Casi
todo comienzo llega con nuevos propósitos, y generalmente el inicio de un nuevo
año tiene connotaciones casi mágicas. Los empleados estatales suelen tirar por
la ventana de sus oficinas papeles que ya han perdido vigencia, calendarios que
agotaron sus días. Es deseable que junto a ellos se tiren también los trámites
inútiles y las experiencias fallidas para dejar espacio a nuevas estrategias de
gestión que posibiliten salir del encierro autista en que se encuentra el
Estado Argentino. Buscar la salida hacia un sistema político al servicio de los
ciudadanos y no una clase dirigente que se comporta cada vez más como una
corporación de intereses. Por suerte en los cuentos todo termina muy bien, en las historias verdaderas no siempre se aprende la lección y muchas veces las voces de los pueblos son desconocidas por los gobernantes. Sin embargo, y a pesar de todo, es posible creer que el Estado Argentino pueda aprender la lección de Pinocho y con buena voluntad y esfuerzo logre hacer honor a sus padres, escuche atentamente los cantos de su gente y vuelva a creer en la Patria. |
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