Fotografía: La razón del impacto

Yuri Valecillo



         Foto: Héctor Rondón
Toda experiencia fotográfica va cargada de un inusitado esfuerzo, que no sólo se traduce en el instante de la toma, en el momento inapelable que se acciona el disparador, sino en la connotación posterior a este hecho. Cualquier muestra de sensibilidad y pasión son expuestas en un instante, quizás irrepetible. La foto responde a un azar, pero al mismo tiempo a un saber mirar más allá de la superficie de los hombres y las cosas, un saber penetrar donde revoletea el alma.

De igual manera que el escritor, a través de sus escritos, deja al desnudo sus ideas, sus fantasmas y sus sueños, el fotógrafo a través de la imagen desarrolla un discurso con pocos signos, pero infinidad de tonos íntimos, que producen un enorme impacto en la retina y las neuronas del espectador. Lo que el escritor hace con palabras el fotógrafo lo realiza con imágenes.

La imagen fotográfica no es sólo lo que se busca, sino también lo mucho que se encuentra. El fotógrafo es una especie de cazador furtivo de imágenes. Ve el mundo en fragmentado en encuadres paradójicos y contrastantes, para el fotógrafo el entorno no es un todo, apenas un sublime, o trágico, rompecabezas de imágenes que pasan de manera subrepticia delante de nuestros ojos. Un fotógrafo es un ser atento que intenta congelar (o laminar en una foto) dichas imágenes, las cuales podrán ser parecidas, pero nunca iguales.

 

Korda y su foto del Che

El fotógrafo puede estar al asecho de los hechos noticiosos. Esperar, trabajar con horario asignado y utilizar equipo apropiado, no obstante si la intrepidez, la pericia, la ruptura con los cánones establecidos a la hora de mirar, la entrega a su labor y la suerte no están de su lado es difícil que su trabajo fotográfico sea aceptable. Cualquiera puede tomar fotos y son muy pocos quienes pueden convertir esa actividad mecánica de "hacer fotografías" en un acto de vida con marcada fuerza estética y denodada maestría discursiva.

Un fotógrafo impulsado por la pasión y la inteligencia trata de ver el reverso de la urdimbre social, intenta captar con sus fotos el lado oscuro de las almas, de los objetos y la naturaleza. Nunca se conforma. El fotógrafo animado por su implacable don de mirar más allá de las apariencias potables de todos los días, se infiltra en las oscuridades jabonosas del medio que lo rodea para dar con la imagen inusitada, inesperada y poco habitual.

Por ejemplo la foto de un político en chinchorro, durmiendo a pierna suelta, es simplemente un acto que rompe con lo establecido. Un político vende la imagen de ser infalible e incansable. Pillarlo en una actitud contraria, donde al militante disciplinado y activo se le escapa su oficio y la imagen falsa que lo postula al mundo como un modelo contrario a la burocracia. Siempre será común ver un bombero apagando un fuego, lo complicado será verlo encendiendo un cigarrillo entre las llamas. Pero justo ahí está la toma, ahí en esa imagen paradójica esta la fotografía. Donde en muchos casos el fotógrafo desaparece para dar paso a la imagen por la cual estuvo a punto de perder la vida.

 
                        Foto: Yuri Valecillo
Como sucede con la histórica foto del cura de la Alcantarilla, sector de Puerto Cabello, durante los sucesos del Porteñazo, realizada por Héctor Rondón (premio Pulitzer). Es común pensar en un sacerdote encabezando una procesión religiosa, o bautizando un niño, pero lo que muy pocos ojos ven y existe en ese lugar, con esa mística y esa suerte, es el fotógrafo captando la imagen contraria: un religioso en una trinchera, exponiendo su vida en una batalla y a partir de ese acto fotográfico lo que era privativo de una pocas miradas se convierte en una visión común a todos y que a todos nos impacta por igual, no sólo la toma como tal, sino también el riesgo del hombre de la cámara, sin mencionar esas otra sensaciones que sentimos al ver congeladas las llamas y la sangre, al escuchar, sin necesidad de audio, los lamentos de un ser humano acribillado por las balas. Aquí la intrepidez, la inteligencia y la suerte jugaron un papel cardinal en el oficio de ser fotógrafo. Otro ejemplo lo tenemos en el recién fallecido Korda. Sus fotos de la revolución cubana, comandada por Fidel Castro, van más allá de la foto-testigo. Korda no se pillaba los dedos con mucha intelectualidad que se diga, pero un hombre llano, alegre y sus fotos tienen un espíritu grave, pero están cargada de una enorme intuición vital.

 
        Foto: Yuri Valecillo
En mi caso particular me resulta embarazoso hacer planteamientos equilibrados acerca de mi trabajo, pero es todavía más complicado esperar semanas, meses o años para encontrar una imagen desconocida de seres, objetos, o de la naturaleza, con imágenes demasiado conocidas. Mi trabajo se ha nutrido de la calle, de la gente que tiene ideales, que lucha por hacer del mundo un lugar más lleno de justicia. Trato que la foto posea arte y parte. Que sea un instrumento visual para evidenciar el desequilibrio político, social y cultural que aqueja a muchas ciudades latinoamericanas.

A través de la fotografía convertimos a los hombres en nuestros conejillos de indias predilectos y no sólo los clasificamos, archivamos y fichamos jóvenes, enfermos, agotados por el tiempo o vigorosos, sino que los mantenemos vivos y presentes después de muertos. Por eso no parece descabellado catalogar la fotografía como un instrumento de vida.

Una nueva y distinta lógica nace después de la invención de la fotografía, que paraliza, congela, detiene, reduce o amplia un instante, que no sólo pasa a través del lente de la cámara fotográfica, sino que permanece en la impresión e impresiona siempre con exactitud exagerada.

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