ENAMORADOS
Guillermo
Osuna
Nos estábamos persiguiendo por las tardes con las supuestas llamadas de trabajo. Detrás de las voces acechaban las intenciones de sentirse la piel. De atravesarse. - ¿ Tiene las facturas del Sr. Hernández?. Quiero verte. - Si.¿Quiere venir por ellas?. Yo también quiero verte. - En cuanto pueda las recojo. ¡Voy volando!. -
Puedo llevárselas yo misma si está muy
ocupado. ¡No te tardes!
Alcancé a ver al licenciado a lado de su escritorio. El muy canalla la pretende desde que llegó a la oficina. Piensa que todas las mujeres le rinden culto a sus trajes importados, a sus zapatos brillantes y a su bigote bien cortado. Pero ella es distinta. - Buenos días licenciado, disculpe que lo interrumpa, pero Lupita me va a entregar unas facturas. ¡Lárgate buitre! -
No hay problema. Los dejo. ¡Entrometido
muerto de hambre!. Lupita, a las once pase a mi oficina para dictarle unas
cartas. Y mirarle las piernas. -
De acuerdo licenciado. ¡Fresco!. Hola
José, aquí tengo los documentos, ya los acomodé por número de folio. Y
si quieres te acomodo la corbata. -
Muchas gracias. Usted siempre tan amable. Y
tan linda. Podríamos comer juntos si gusta. Comernos a besos. -
Es que traigo mi comida, pero es mucha y la
podemos compartir. Traigo mi cama, es enorme y podemos dormir juntos. Decidimos irnos a la fonda de doña Meche, pediríamos una comida corrida e intercambiaríamos platillos. Nos sentamos hasta un rincón para platicar con más confianza. -
¿Qué les vamos a servir? . Anímate José,
la muchacha es buena y se ve que te quiere. -
Una comida corrida por favor. Un ramo de
rosas. -
¿Y para usted señorita?. Ándele usted
también, ¡Anímelo mujer!. -
A mi nada más un refresco. ¡Déjenos solos!.
Sacó su refractario y lo abrió lentamente. Un aroma delicioso acarició a mi nariz haciéndome recordar las sopas de mi abuelita. -
Lupita, ¿usted cocina?. ¿Me quieres hacer
de comer todos los días? -
Fíjese que desde niña me enseñó la hermana
de mi mamá. Por el estómago se conquista a los hombres me dijo. -
Pues me parece magnífico. ¡Bendita su tía!
-
Ahorita que nos traigan los platos le
sirvo un poco y me dice que le parece. ¿Dónde dejé el toloache?. -
Nomás de olerla me parece deliciosa.
Huelo tu boca tibia. Terminamos la sopa y nos servimos el plato fuerte: Puntas de res a las mexicana. -
La carne se ve riquísima Lupita. Estás
como para chuparse los dedos. -
Pues es mi especialidad, cuando quiera se la
preparo. Y lo baño con mi salsita. -
Que amable, ya verá como si le tomo la palabra.
Y todo lo demás. -
Pues no me vaya a quedar mal ¿eh?.
¡No te rajes Jalisco!. Regresamos a la oficina platicando por las calles. Ella vivía con su tía desde que murió su mamá y su padre estaba en el extranjero. Yo tenía mi departamento cerca de la oficina y estaba solo desde mi divorcio. Definitivamente, éramos dos seres aislados en busca de compañía. Cómo me recordaba a mi madre cuando me llevaba al escuela y le aventaban piropos. Ellas tan guapas y delgadas. Caminando como si fueran cruzando por las piedras de un río. En la entrada del edificio, me animé a decirle: - Si gusta podría acompañarla a su casa a la hora de la salida. Y al cielo si tu quieres. -
Llámeme antes de salir para confirmarle. Que
le cueste su trabajo. No soy tan facilita. Salimos juntos y contentos, la tarde estaba soleada y los niños del parque elevaban sus risas junto con las hojas del otoño. El sonido de las fuentes refrescaba nuestra plática. - Lupita, usted me cae muy bien. Me encantas. Me gustaría tratarla más, visitarla en su casa si me lo permite. Quiero conquistarte .Quiero que seas mía. -
Ay, José. Déjeme platicarlo con mi tía, a ver
que opina de esta relación. Pero claro, si no me deja, me raptas y nos
vamos al fin del mundo. Fuimos novios durante dos años que pasaron volando. Nos dimos cuenta de que compartíamos los días sin inconvenientes. Se amoldaban perfectamente nuestras vidas y decidimos unir nuestros caminos. -
Señor
José López Romero: ¿Acepta por legítima esposa a la señorita
Guadalupe Ramírez Fregoso?. Responda.
¡Ya deje de contemplarla!. -
Si, acepto. Te ves tan linda con tu
vestido, que no me imagino la dicha de verte sin él. -
Y usted, Señorita Guadalupe Ramírez
Fregoso: ¿Acepta por esposo al señor José López Romero?. ?. Rápido.
Diga que si. Tengo otra misa que atender. -
Si, acepto. Al fin San Antonio. Ya no vas a
estar de cabeza. Gracias. ¡Muchas Gracias! Puede besar a la novia. Dije besarla , ¡No comérsela!. Julio 2000
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