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APOLOGÍA DE SÓCRATES 

Oswaldo Roses Roses

 


¿Qué hubiera sido de nuestra humanidad, de su sentido humanista, sin Sócrates? Posiblemente un sórdido retraso en muchos aspectos de consideración del ser humano en su dignidad individual.

Antes de Sócrates no se dio una exposición más intensa y sincera del interior humano, ya como primer paso contra el cerco mitológico que lo oprimía para creer en sí mismo por la búsqueda de la felicidad, además de instaurar las reglas en las cuales se sustenta nuestra civilización: los valores de benevolencia consecuentes con los de integridad ("¿Y es justo o injusto devolver mal por mal, como dice la mayoría?" - dice Sócrates -. "Es injusto" - contesta Critón -). 

Si Homero había soliviantado al ser humano como héroe contra los avatares de la vida, enfatizándolo en las posibles victorias y derrotas, en fin, como guerrero, Sócrates ofrece un ser humano sin par, de carne y hueso y, por eso, entra en su realidad para conocerle, para respetarle, para admirarle en función de lo que es capaz de resistir y de sacrificar de vanas pasiones y de cerramientos a su ansia por conocer sus designios. Él es quien, primero, mira al ser humano cara a cara, limpiamente, sin hipocresía. 

Su pensamiento, el de alimentarse o el de instruirse en el día a día poniendo en evidencia el vacío del "porque sí", invalidando todo silencio - pasividad por conocer - a través de la discusión-mayéutica, influyó a todos los filósofos griegos más relevantes; por ello, es inconcebible la filosofía griega sin Sócrates, aun cuando haya sido reproducida desde su forma oral o desde su forma verbal. 

Pero su importancia radica en el inconformismo que sostuvo, en el rechazo a la respuesta fácil para, así, lograr que se disipen los prejuicios: se ha de argumentar regladamente, desde una coherencia interna, por una razón que no deforme la conciencia de realidad de las cosas. 

Argumentar, para él, fue no dejar en paz las posibilidades para demostrar algo contra el silencio o contra lo que no es consecuente con la valentía del "profundizarlo". Ayudaba a que el otro se diese cuenta de un aspecto latente de la realidad y que, eso, le provocara depurarse a sí mismo, eliminarse prejuicios, o sea, construir sus propias ideas, sus propios criterios como una "simbiosis oracular" para alumbrar el conocimiento. 

Se le condenó a muerte por el delito de "escudriñar las cosas celestes y subterráneas" y, además, de "corromper a los jóvenes" (he ahí que la religión siempre, desde el principio, ha sido reaccionaria para que nadie piense). Aunque se defendió con bastantes pruebas de su inocencia y aunque se empobreció - en bienes - a costa de dar cultura a Atenas y aunque fue primordial para la base del pensamiento griego, de nada le sirvió, adelantándose con su vida-muerte incomprendida a lo que más tarde de forma parecida padecería Jesucristo, sin perdón y con desprecio a las palabras libres que no obedecen la sinrazón. 

Por último, el mensaje de estos hombres - como él - era que el ser humano sólo se hace corruptible porque prescinde de valores que lo muestran coherente interiormente; por no corromperse será siempre un perdedor, pero hacia dentro siempre un ganador de su alma totalmente.

Lecturas apropiadas a este tema: "Apología de Sócrates" y "Critón" de Platón.

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