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EN EL CAMPO

Orlando A. Nieto Willett

 


I-Después de Zaraza, subiendo por el río Unare, se llega a la desembocadura, en un par de lagunas hermosas, a la izquierda la del mismo nombre del río. Un camino por la Mora, por la costa hasta llegar a Uchire. También por un camino ancho asfaltado que conduce a San Juan, las curvas de Aguas Calientes. Lugar peligroso, pues cuando llueve no se sabe lo que puede suceder. Si se continúa se llega de nuevo al río pero a la altura de Clarines. Se continúa dirección sur, Crucero de Santa Fe vía Onoto y usted está de nuevo dónde empezó, en Zaraza. Ganado, maíz, sorgo y un pueblo grande.

Si sigue por el camino al borde de la laguna, que lo lleva San Juan pasa por el bajo del cerro del Conde. Empinado y árido. Si pudiera seguir en línea recta sur franco, encuentra la fila que lo lleva a Guanape, Valle de Guanape, Altagracia de Orituco, pasando por grandes hatos y en donde el llano empieza su descenso hacia los ríos inmensos.

Por Altagracia, y por Guatopo, puede, si lo desea, llegar hasta Caracas. También lo puede hacer por Uchire, cruza el río Limón y entra en Barlovento. Si conoce los caminos después del Guapo sigue recto hacia Caucagua o puede irse por San José de Río Chico, vía Higuerote Caucagua y de allí directo a Guatire, Guarenas, Caracas. Por vías nuevas o por las filas dónde estaban las antiguas cochineras.

En realidad, de Zaraza no tiene porque remontar el Unare, la mayor parte del año está con el agua a bajo nivel. En invierno inunda lo que puede, es decir casi todo.

Esto me lo explicó en la fila, en el sitio de los Pájaros don Juan. Un día, hace mucho tiempo, el criaba ganado y yo también, primer gobierno de un andino que repitió, pero que creo es responsable del lodazal en dónde nos encontramos. Don Juan, un criollo blanco, con sombrero de pelo de guama claro, el mío era marrón, me preguntó si sabía a que venía el Rey. Sorprendido, sin saber que responder, intenté saber más, ¡ah! si he oído, ¿qué sabe Usted?, -me dicen que viene a pedir cuentas, pues no está conforme con la actuación del presidente- Bueno Don Juan nosotros tampoco, Usted sabe, imagínese cómo son los Reyes…

Nos quedamos mirando la inmensidad de la llanura y al rato tomamos los caballos y regresamos a Cerro Verde, por el camino que une a Guanare con Sabana de Uchire. Corrían los años 70. Válgame Dios. El Rey. También me preguntó, solicitando de no repetirlo, si era cierto que los hombres besaban a las mujeres, ejem, ejem, por allí por…Usted sabe. Lentamente voltee hacia donde estaba y lo vi tan serio y ajustándose el sombrero que no encontré otra respuesta que decirle- No se Don Juan, usted sabe cómo son algunos hombre- ¿Usted que cree? A lo que me respondió que no, que el no podía imaginar tamaña vulgaridad- Tiene Usted razón Don Juan, eso no se hace, seguramente lo contó algún arriero y lo dieron por posible, pero no lo es. Por cierto ¿Cuándo llega el Rey? A lo que Don Juan no me respondió absorto en sus pensamientos, a lo mejor pensaba en que posturas se podría lograr que un hombre decente pusiera su boca allí.

II- Bajando de cerro verde, se cruzan varías quebradas que en invierno alcanzan, diez o más veces su tamaño, por allí vivían campesinos. Gente laboriosa y conocedora del arte del buen casabe. En una de estas casas, la quebrada cercana se llama Urape, como el árbol inmenso cuando crece. Por dos décadas tuve uno en un pote, creí que se había pasmado, pero cuando mi hija – su verdadera propietaria se caso y se fue a vivir al norte, lo sacamos y lo sembramos debe medir como cinco metros de altura y conserva su forma de dos árboles en uno.
Este campesino tenía una hija pequeña, que yo veía todos los días al bajar de la faena. Era menudita y siempre andaba con vestidos floreados, ligeros. Solo la miraba el tiempo que le tomaba al Jeep vadear la quebrada y los peñascos. Ninguna idea pasaba por mi mente salvo en no dejar las ballestas en el sitio.
Tiempo después empecé a verla a la entrada del pueblo sentada a la vera del camino de tierra roja. Creció un poquito pero seguía magra.
Una noche, de fiesta patronal, vino a casa el Dr. Manuel a preguntar si tenía suero antiofídico, le dimos varios envases e inyectadoras, no pregunté por su uso, era obvio, con tantas mapanares, cascabeles en la zona, habíamos dado muchas veces. La fiesta continuó por varios días. Había soldados del fuerte de la carretera, cazadores. Par de días después el Dr. Manuel volvió a la casa y preguntó si teníamos penicilina de amplio espectro, le hice esperar y regrese con lo pedido y las inyectadoras. Las tomó y se fue sin decir palabra. Como a la semana, concluidas las fiestas, vino a cenar a la casa, venado, arepas, con algo de vino tinto. Me preguntó, ¿Sabe para qué la penicilina? –No, respondí sin dar mayor importancia, -Para María, la violaron varios soldados y encima le pegaron una gonorrea, sentí asco, Avisaron al prefecto, si pero como son militares ya se los llevaron, -¿Dónde está María?- en el Hospital de Barcelona, por los daños, se cree no podrá tener hijos- ¿Qué edad tiene Doctor? –Quince años-

Al tiempo, cuando el doctor dejaba el puesto, le pregunté-¿Doctor, y María?- se fue, me dijo cortante- ¿Adonde? – ahora trabaja en un burdel, en una carretera cualquiera. Tomé a mi hija y la abrace. Nunca he olvidado un dialogo como aquel…

III- Jesús borracho, se quedó dormido al borde de una carretera que conduce a la costa, alguien pasó se cerró tanto que le cercenó una pierna, Jesús jamás dijo quien fue. Lo fui a visitar al Hospital de Barcelona pero dormía, su pierna ida, cubierta con una especie de tiendita de sabana, respiraba asistido, la habitación estaba en la penumbra, le toque su mano con tomas de agujas y no se inmutó. Alguien me dijo,- Con la sangre que perdió, no pasa de esta noche. Al día siguiente pregunte por él y no murió, sigue por esos campos con una pierna de madera y diciendo, ¡Se quien lo hizo! Pero no diré nada…

Un domingo terminada una pelea de gallos, salgo a la costa para comer pescado en Uchire, a mitad del camino un vehículo detenido, en la ventana izquierda, un joven con el codo ensangrentado. Se le veía un hueso blando, descarnado. El padre me pregunta ¿hay algún vehículo atrás?- si un camión 350 de carga, esta detenido. – ¿Que hago? Me pregunta- No lo se – respondo. Si me pregunta ¿Qué haría?, tendría una respuesta, iría al primer centro asistencial para salvar el brazo de mi hijo, eso es lo que yo haría. El hombre y sus acompañantes se fueron, supe de ellos cuando el alguacil me buscó para que declarara si era cierto que el camión 350 de carga se había dado a la fuga. No lo hizo, se entregó en la prefectura, los que huían habían perdido una pelea de gallos y escapan para no pagar…

IV- Andrés, un hombre bueno, Mercedes una mujer trabajadora, madre, abnegada, siempre en su camión con casabe. Los vimos muchas veces y compartimos la mesa. Gente sencilla. Un día me dicen que Mercedes está presa, un amante, la fortuna de Toro y deciden matarlo. Nunca quise conocer los detalles, escabrosos. ¿Cómo pasó? Niñez abandonada, segunda familia inseguridad, verse de nuevo en apuros, nada excusa solo explica. No volví, para que saber lo que no quiero saber.

V- Se que en esos caminos salen espantos, que se los siente de noche, pero ¿Cómo no sentirlos si están ahí, todos los sabemos?. Se necesita la inconciencia, la insensibilidad, para no darse cuenta que cruzando ríos, sabanas y montañas hay dramas humanos en cualquier ruta que usted se trace. Además si los traen a Caracas la cosa empeora, pues el hacinamiento hace que duendes y fantasmas hagan de las suyas.

Hay un camino que se llama “Pardillal”, una noche después de la faena decidimos ir a boca de Uchire, al restarurant Anduriña, de un gallego que algún accidente había dejado con una pierna corta. Aquella tarde vimos la mayor concentración imaginable de culebras de cascabel, estaban sobre el trazado de asfalto aún caliente, algo realmente impresionante. Igual que un día en la parte baja de un dique vimos como a diez tragavenados de respetable tamaño, o babas que parecían caimanes, o caimanes largos como cocodrilos.

De animales, a la puesta del sol en los caminos de las filas, tigres mariposos sentados,quietos con la mirada puesta en el infinito. Un animal que contempla lo bello de un atardecer, tiene que ser, por que si inteligente, de mente abstracta, ¿cómo de otra manera?

En la vía San Juan Boca de Uchire, al sur de la laguna, al atardecer también, con un sol rojizo, inmenso millones de aves, de patas largas, sobre todo corocoras, que después en un instante empiezan su aleteo, que las llevan a lo alto y se cruzan frente al sol en otro gran y hermosos espectáculo. La oscuridad se hace lentamente y las estrellas aparecen lentamente.

El Río Limón, hasta donde llegaba Venezuela, pues después era oriente, recibe tributos de miles de quebradas, en invierno crecen de tal forma que el río se tornaba caudaloso, antes fue, dicen navegable para pequeños calados al igual que el Unare. Hoy ya no, le hicieron una presa y da agua pero perdió su encanto. 

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