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LA COMPRENSIÓN

Jose Repiso Moyano



La comprensión es la atención que presta el ser humano hacia la realidad. De veras está a expensas de su condición adaptativa y es el cordón umbilical de todos sus afectos y de todas sus fobias; por ello, activa todas las capacidades suyas, sobre todo las emocionales.

Nadie comprende porque sí, sino por todo lo que le ha marcado profundamente, por convicciones sinceras y por conocimientos que le han permitido seguridad o autoprotección. La comprensión es, así, una base que puede -y de hecho lo hace- remediar los conflictos internos y externos del ser humano; ya que le amolda en el trasfondo a la tolerancia y, paulatinamente en unos niveles más altos, a la empatía.

La familia, la escuela y la sociedad en general son los responsables de que el niño comprenda los diferentes aspectos de la vida y, también, de su necesaria relación social; porque el niño está sugestionado por cada ápice del conocimiento que adquiere o que le dosifica la sociedad. Las modas, sí, son un varapalo para que consiga unos criterios propios, o una independencia. Porque ¿cómo podrá comprender a uno si ya depende demasiado de otro? (Ya lo señaló Franz Alexander la importancia de una independencia personal.)

En esto, el niño es tan proclive a la pasividad cuanto más dependiente -presionado- se encuentre de otro, lo que influye decididamente para un carácter inseguro, menos soliviantado a discernir qué realmente desea, hacia dónde va; por eso, puede retraerse; por eso, puede camuflarse en "otro yo" que repercutirá a la hora -si existe- de conocerse a sí mismo. Este obstáculo de coacción le hace ser, en claro, más alineable, más manipulable por cualquier agente o rol social; y, en efecto, sirve unos
afectos en vez de constituirlos con respecto a unas prioridades sólo suyas.

Se instala en una competencia crónica a ese servicio, postergándose a las decisiones exteriores de si lo ha hecho bien o mal -al llegar o no al mismo éxito que unos modelos-, de alimentar sólo su ego por la consecución de sentirse poderoso: competidor ya victorioso.

En la amistad, en el amor, intuimos que alguien nos comprende -nos corresponde- porque coincide con nuestros arquetipos -el padre, la madre, el profesor, etc.-, algo que vino derivado por la fijación, por el inconsciente aprehendido individualmente. El amor, en su forma primera, es la sensación -intuición- de que alguien no nos va a fallar, pues "recuerda" a un arquetipo, a aquél que nos garantizó una valoración personal o una protección.

En definitiva, de que la comprensión sea algo más depende de la dinámica de una cultura, de una sociedad abierta que, sin duda, debe obligatoriamente eliminar o corregir sus prejuicios, sus atavismos o sus excesos por las "inútiles" presiones colectivas o de grupo.


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