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RAFAEL SANZIO

Ana María Nemi G.




Pocos pintores del Renacimiento italiano han sabido interpretar el ideal de belleza y el amor hacia el clasicismo que supone el Humanismo como lo hace Rafael Sanzio, el más joven de los tres grandes creadores del Cinquecento y también el más ecléctico. Nació el 6 de abril de 1483 en Urbino, hijo de Giovanni Santi y de Magia di Battista Ciarla. Su padre, pintor, se hizo cargo de su formación y de su posterior actividad en contacto con la corte de Federico da Montefeltro, el importante condotiero muerto en 1482, y de su hijo y heredero Guidobaldo. En aquel período, cerca de mediados del cuattrocento y durante algunas décadas, Urbino fue uno de los centros renacentistas más importantes en el terreno cultural en el cual hallaron protección artistas e intelectuales procedentes de la península italiana y de otros países europeos.

- “Cuan generoso y benigno se muestra a veces el cielo depositando, o mejor dicho, reponiendo y acumulando en una única persona las infinitas riquezas de sus grandes gracias y tesoros, y todos esos raros dones que por mucho tiempo solía repartir entre diversos individuos, pudieron verse en el no menos ilustre que dotado de gracia Rafael Sandio de Urbino”. Con estas palabras comienza Giorgio Vasari en 1586 la biografía de Rafael en las Vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos.

En la Corte de Urbino sería un artista apreciado, a pesar de sus limitaciones. Lógico es pensar que Giovanni inició a su hijo Rafael en el arte de la pintura, interesándole por el dibujo y el empleo de los pinceles. Tras el fallecimiento del padre en 1494, queda bajo la tutela de un tío paterno y acude al taller de Timoteo Vitti, pintor formado en el estilo de Francia y de Costa, resultando una de las primeras influencias para el joven artista. 
Años más tarde acudirá al taller de Pietro Vannucci, el Perugino, para completar su formación. En la ciudad toscana, la fortuna del pintor se vio apoyada por el clima de rigor moral que se instauró en 1494 tras la caída del régimen de la familia Médicis y la posterior influencia que ejerció sobre el gobierno de la república, la personalidad de Fray Girolamo Savonarola. A los preceptos, impregnado de un fuerte rigor moral, el fraile dominico, incluso en materia artística, Perugino y sus discípulos supieron responder de una manera adecuada. 

Las creaciones peruginescas, caracterizadas por su dulzura, por su morbidez y sobretodo por una particular sobriedad en las vestiduras y peinados de las figuras de las Vírgenes y santos plácidamente insertas en paisajes amplios y tranquilizadores, se pusieron rápidamente de moda. Perugino se comprometió a realizar – como atestiguan las fuentes y documentos contemporáneos- una producción bastante amplia en Perugia y en Umbría y Las Marcas y es a éste ámbito adonde podría haberse dirigido el joven Rafael: ya instruido en los principios básicos de la actividad artística, habría estado muy pronto en situación de colaborar con el maestro a la edad de catorce años, en la realización de la Natividad de la Virgen y de la pala con la Virgen y el Niño y santos de la iglesia de Santa María la Nuova, en Fano encargada a Perusino y concluida en 1497. Se ha formulado una hipótesis de la intervención de Rafael también en los frescos ejecutados entre 1498 y 1500 por Perusino con sus ayudantes y colaboradores, en la sala de audiencias del Colegio del Cambio del Cambio de Perugia, un ciclo decorativo que se encuentra entre los más destacados del Quattocento tardío.

Así pues, son el clima artístico y cultural de Urbino de los Montefeltro y los reflejos de dicho clima sobre la actividad poética y pictórica de Giovanni Santi, en unión con el estilo de Perugino los que influyeron en la formación de Rafael, el cual, sin embargo ya desde la más tierna edad dejó de ver el aspecto de su propia índole que lo distinguirá durante el resto de su breve pero intensa vida: la actitud de asimilar todo lo que encuentre en su trayectoria artística, reelaborándolo en un lenguaje personal y altamente poético, como por lo demás se percibe ya en las obras realizadas por él con solo diecisiete años.

Es hacia 1499, cuando podemos situar la obra unánimamente reconocida como la primera creación autónoma suya que conocemos. El estandarte de La Trinidad de Città di Castello (actualmente en la Pinacoteca Comunale de la ciudad). La pintura bastante dañada, debió de ser encargada a modo de exvoto tras la epidemia de peste que había golpeado a la población umbra aquel mismo año: representa en el anverso: Cristo en la Cruz, El Padre Eterno, san Sebastián y san Roque tradicionales protectores invocados por el pueblo y en el reverso: la Creación de Eva. Aunque con un hacer todavía inmaduro a pesar de sus 17 años, aparece en los documentos como “magister”.

Entre 1500 y 1504 realizará varios viajes, apareciendo documentado en Urbino, Perugia y Venecia, especulándose que pudo llegar a Florencia e incluso a Roma. La obra maestra de este periodo inicial son Los desposorios de la Virgen, donde supera claramente a su maestro. Algunas Madonnas y Las Tres Gracias también resultan trabajos admirables, siempre bajo la influencia de Perugino, realizando composiciones simétricas, estáticas y dotadas aún de cierto quattrocentismo.

En 1504 se traslada a Florencia, recomendado por Giovanna Feltria della Rovere, quien escribe una carta al "gonfaloniero" Soderini. Rafael llega a la cuna del Renacimiento con el deseo de obtener importantes encargos que no se culminarán, pero los cuatro años que pasó el joven pintor en la capital de Toscana serán fundamentales para su formación.

A pesar del ocaso de Florencia, sigue siendo el punto de referencia de los artistas del Norte de Italia. Su estancia es breve (1504-1508), pero intensa. Puede entrar en contacto con la obra de Miguel Angel y el propio Leonardo da Vinci. 

Se forja definitivamente como pintor, gana en aspecto cromático, su color se hace claro suave, más transparente, su pintura se hace más importante, incorpora la composición piramidal aprendida de Leonardo, busca la espiritualidad en sus personajes, en ésta época su producción es abundante en la que predomina madonnas y sagradas familias, pero su obra más famosa es La Virgen del Jilguero.

Esta obra se encuentra en la ciudad de Florencia. Es la que sintetiza las características de esta cultura. En ella aparecen una profunda influencia de Leonardo da Vinci en su estructura piramidal, concebida por Leonardo y seguida por muchos autores, que ven en ella la mejor forma de jerarquizar y representar a los personajes del primer plano. Influencia de Leonardo también en el paisaje, una naturaleza viva, real, en continuo dinamismo y movimiento, sobre todo en el esfumato, esa atmósfera propia, envolvente que da profundidad al cuadro y que envuelve el fondo paisajistico con las figuras del primer plano. Se nos presenta a la virgen como una mujer de su época, joven, llena de amor, de ternura hacia su hijo y San Juan Bautista que desnudos o semidesnudos juegan con un jilguero, mientras que ella sostiene un libro abierto. La anatomía es todavía esa redondez blanda, pero que denota un gran conocimiento de la anatomía humana. Los colores son claros, suaves, transparentes, con dominio de lo cálido.



La Virgen del Jilgero

El paisaje de fono, estético, armonioso. Toda la composición se llena de un notable equilibrio y serenidad.

Es el momento en el que Miguel Ángel está trabajando en el David y junto a Leonardo se está decorando la Sala del Consejo del Palazzo della Signoria, cuyos frescos se han perdido por desgracia. La vida, el movimiento, los escorzos, las anatomías de las figuras serán para Rafael un nuevo reto, abandonando su estilo suave y delicado para introducirse en el Cinquecento. A la influencia de estos dos grandes maestros debemos añadir la de Fra Bartolommeo, resultando obras de inigualable grandiosidad como la Madonna del Granduca o la Bella Jardinera. Precisamente será el tema de la Virgen con el Niño el más demandado por la clientela durante su estancia florentina, convirtiéndose Rafael en el gran creador de Madonnas, que serán imitadas por diversos autores europeos como el español Luis de Morales. 

Pero el gran encargo público que él esperaba no llegó, motivando su traslado a Roma llamado por Julio II a finales de 1508. De esta etapa florentina también conviene destacar un interesante número de retratos en los que introduce la captación psicológica del modelo, como observamos en los de Agnolo y Maddalena Doni. Una vez en Roma trabaja en la decoración de las famosas "Stanze", los aposentos privados del pontífice Julio II encomendará por estas fechas la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina a Miguel Ángel, resultando una admirable "competencia" entre ambos artistas.

La influencia de Miguel Ángel, se dejará notar en la mayor parte de los frescos. La "Stanza della Signatura" será su primer trabajo, resultando el pontífice tan satisfecho que permitió al artista destruir todo lo que habían realizado otros artistas, nombrándole el 4 de octubre de 1509 pintor de Corte. Entre 1511 y 1514 pintará la "Stanza del Heliodoro" sin abandonar los numerosos encargos particulares que llegaban en esos años iniciales de la década de 1510, viviendo el pintor días de gloria. Numerosas imágenes de Vírgenes como la del Pez o la de la Silla serán demandadas por sus importantes clientes. 

La fama le llevará a decorar con frescos la Villa Farnesina, ejecutando los cartones para una serie de tapices destinados a la Capilla Sixtina por el papa León X, sucesor de Julio II y uno de los mejores mecenas de Rafael. Los encargos serán tan numerosos que recurrirá a la colaboración de un amplio taller que trabajará teniendo como modelos los dibujos del maestro. De la "Tercera Estancia" sólo pintará una de sus obras maestras: el Incendio del Borgo. Las "loggias" del Vaticano serán también decoradas por los discípulos de Rafael, cuya temática de grutescos será utilizada por otros artistas posteriormente.


      La transfiguración
Al final de su vida inicia un cuadro, inacabado, siendo terminado por uno de sus discípulos. Es un cuadro de grandes dimensiones en el que se aprecia la influencia espiritualista de Miguel Angel sobre Rafael. Sus años de trabajo próximo han dado lugar a que el manierismo iniciado por Miguel Angel encuentre eco en este cuadro, siendo su única obra tachada de manierista.

Titulada La Transfiguración se aprecian en el mismo cuadro dos escenas diferentes. En la parte superior la transfiguración de Jesús en el monte Tagor y en la inferior un niño endemoniado.

En la escena superior sobre un paisaje con influencia de Leonardo aparece Jesús destacado porque tras él ha situado un foco de luz interior, mientras que sus apóstoles sorprendidos, en posturas forzadas, asisten al milagro desde la cima del monte Tagor. Sin continuidad histórica, ni cronología en la parte inferior se sitúa la escena del niño endemoniado, liberado de los demonios en presencia de una muchedumbre. Capta Rafael más que el milagro en sí, las pasiones y sentimientos de la gente. Los ojos son el reflejo del alma interior y asisten a ese milagro con actitudes diversas. El color, las pinturas, el dibujo, la luz, son elementos técnicos propios de Rafael presentes en el cuadro.

Una de las facetas más desconocidas de Rafael es la de arquitecto; amigo personal de Bramante, fue encargado de continuar las obras de la basílica de San Pedro del Vaticano al fallecer aquél en 1514. 

El 6 de abril de 1520 falleció Rafael en Roma, a los 37 años, sin poder disfrutar de todos los elogios y parabienes que le esperaban. En su pintura permite integrar las influencias de los mejores maestros de su tiempo, resultando un estilo personal que ha marcado a numerosas generaciones de artistas, llegando hasta el Neoclasicismo con Ingrès.


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