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II. LA LENGUA ESPAÑOLA

Camilo Valverde Mudarra


De los primitivos dialectos románicos, tres, gallego, castellano y catalán, alcanzaron la consideración de lengua al conseguir una fuerte diferenciación lingüística, al adquirir desarrollo literario y servir de vehículo de expresión a una comunidad cultural amplia y específica. Los otros dos, astur-leonés y navarro-aragonés, quedaron reducidos a la consideración de dialectos, cuando fueron perdiendo terreno y hablantes ante el empuje del castellano. 

El Castellano o Español.

El castellano surgió de la transfomación del latín en la montaña santanderina, al extremo oriental de Asturias; es el resultado de la evolución secular, que, favorecido por circunstancias históricas, políticas y culturales, llegó a ser la lengua de España; la región, en que tuvo su cuna el castellano, pronto se denominó «Castella», por la cantidad de castillos que lucía.

Castilla es al principio un conjunto de condados dependientes del reino de León, al que siempre se mostró rebelde; así es que, a finales del siglo IX, incia su expansión por la meseta de Burgos, hasta alcanzar el sur del Duero en el siglo X. E1 conde Fernán González (923) unificó los diversos condados en el gran condado de Castilla y obtuvo bastante autonomía; fue, con Fernando, hijo del rey Sancho el Mayor de Navarra, heredero del condado, cuando Castilla se constituyó en reino independendiente en 1035. Y a partir de ahí, no cesa en su avance, y, poco a poco, va ganando significado hegemónico, hasta que adquiere la supremacía de la Es­paña Cristiana. Con la lucha reconquistadora, la lengua castellana avaza hacia el Sur, en forma de abanico invertido, inundando las zonas limítrofes del leonés y del navarro-aragonés, y arroyando al frente, al mozárabe. Como Roma, de ser una aldea munúscula, se convierte en un gran imperio.

Los primeros textos en castellano se encuentran en unos manuscritos de Silos y de San Millán –Glosas Silenses y Emilianenses-; escritos, en el s. X, al margen de un sermón de San Agustín, un monje traduce, a su primitivo romance español, las tres últimas líneas del latín; por ello, se han podido conocer los primeros pasos que daba el idioma en su transformación; ya, desde el comienzo, el la expresión romance de Castilla presenta unos rasgos peculiares que la distinguen de las demás hablas peninsulares. 

A partir del siglo XIII, recibe la denominación de castellano, junto al término español, de origen provenzal. En la Edad Media, tiene un valor más preciso el término castellano en oposición a los otros dialectos nacientes; pero, ya, a finales del siglo XV, conseguida la unidad nacional, el nombre de español resulta más adecuado, lo mismo que, por ejemplo, el toscano pasó a ser italiano al convertirse en lengua de toda Italia. Al enriquecimiento y perfeccionamiento del español contribuyeron ya desde entonces escritores de todas las procedencias: catalanes como Boscán, valencianos como Guillén de Castro, aragoneses como Gracián, vascos como Unamuno, etc.

Con el descubrimiento de América nuestro idioma, extendiéndose enormente y ensanchando sus fronteras, deja de ser privativo de una comarca concreta; a su formación y constitución han contribuido todos los españoles e iberoamericanos. Y, hoy, es el instrumento de comuicación de toda la ancha y pujante comunidad hispánica, más de cuatrocientos millones de hablantes y va en aumento fomidable, la lengua oficial de España y de dieciocho Repúblicas Americanas; y se habla en Filipinas, en muchos lugares de EE. UU., en la ONU, la FAO y la UNESCO. Subsiste en Marruecos, en guinea y en el Sahara.

El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en sus respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos. La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que ha de ser objeto de especial respeto y protección.

El Español cuenta, en la actualidad, con dos grupos de dialectos: Medievales: astur-loenés y aragonés; y Meridionales que son consecuencia de la evolución del castellano: andaluz, extremeño, murciano, canario, sefardí y español de América. Dos causas originan los dialectos: el aislamiento entre las distintas regiones y la influecia del sustrato lingüístico. "Dialecto –dice Alvar- es un sistema de signos desgajado de una lengua común, viva o desaparecida; normalmente, con una concreta limitación geográfica, pero sin una fuerte diferenciación frente a otros de su mismo origen". Genéticamente, se puede decir, que toda lengua es un dialecto de aquella de la que proviene.

Finalmente, lo hablan los judíos. Aquellos que fueron expulsados por los Reyes Católicos en 1492 continuaron y continúan utilizando su "ladino", el español del s. XV, que al perder las conexiones con la Metropolis originaria, ha conservado vivos los rasgos, en estado casi estacionario, de aquel español del momento. Los sefardíes –del hebreo Sefarad, España- o judeoespañoles, descendientes de aquellos judíos expulsados, viven en Rumanía, Turquía, Grecia, y principalmente en Israel y en Estados Unidos.

El andaluz es, entre las variantes dialectales castellanas, el que ha adquirido mayor personalidad, en él se encuentran todos los meridionalismos característicos. Después, lo tratamos en profundidad.

El catalán.

Es el resultado de la evolución del latín vulgar en el extremo nordeste de la Península. Cataluña, aunque, en algún momento de su historia, mantuvo vínculos culturales y políticos con Francia, pertenece al dominio iberorrománico de los reinos cristianos peninsulares con los que contribuyó a la empresa común de la reconquista. 

No siempre se le ha concedido al catalán independencia lingüística y personalidad propia, porque presenta algunos caracteres próximos a las lenguas peninsulares y otros que lo engloban en las lenguas meridionales de Francia. Por el hecho de haberse usado el provenzal como lengua poética en Cataluña hasta el s. XV y por la denominación de «lemosín», que se ha aplicado al catalán durante muchos siglos, además de haber sido considerado una mera variante dialectal de aquel, determinó que el creador de la Filología Románica, F. Díez, y Meyer-Lübke, en su introducción a la lingüística románica (1920), vieran un claro parentesco entre el catalán y el provenzal. A esta tesis se opusieron Menéndez Pidal y Amado Alonso, entre otros, que defendieron el iberorromanismo del catalán atendiendo a la situación geográfica y al sustrato común, aunque admitían que tiene más parecido con el provenzal que con ninguna otra lengua románica. Hoy los filólogos han adoptado una postura más ecléctica y conciliadora. Para Badia i Margarit «no ha de hablarse de galorromanismo ni de iberorromanismo del catalán, a no ser como denominaciones puramente geográficas, no carentes de peligros. En todo caso, hay un cierto eclecticismo del catalán o, si se prefiere perifrásticamente, se trata de una lengua hispánica con mayoría de rasgos lingüísticos ultrapirenaicos». Y K. Baldinger opina: «No cabe duda de que el catalán es el idioma de la Península Ibérica que, por su desarrollo histórico y cultural, está más relacionado con la Galorromanía; ocupa una posición puente, que se remonta hasta la época visigótica. Se echa de menos en la discusión una separación clara entre sincronía y diacronía. La respuesta variará según varíe la época en la que el catalán se compare con el provenzal».

Tiene parentesco especial con las lenguas románicas de la Península: portugués y castellano, aunque, con frecuencia, este se aparta de las otras dos que presentan soluciones idénticas: así, terra cat.. port, frente a tierra cast.: porta cat., port. frente a puerta cast.; coincidencias que se repiten en largas series de palabras; y otras características que unen al portugués y al catalán frente al castellano son la distinción de e y o abiertas y cerradas, el timbre apagado de la a final, etc. Con el castellano le une algunas soluciones fonéticas importantes como son la pronunciación fricativa de la b, d y g en posición no implosiva, la palatalización de los grupos latinos nn y ll (any,cavall al lado de año, caballo), pero le separan otros sonidos y rasgos, como la apócope de las vocales finales excepto la a (poc, agost, cabell, cat., frente a cast. poco, agosto, cabello). Posee el catalán algunas peculiaridades que le confieren originalidad dentro de todo el ámbito románico y que se manifiestan en ciertos rasgos que aparecen con mucha frecuencia, como son la pronunciación de la a y de la e no acentuadas, la asimilación de o átona a la u, y la palatalización de la -l- inicial (lluna, llengua).

Es una lengua de enorme vitalidad y goza de una literatura de extraordinaria calidad. El cultivo literario del catalán ha pasado por tres etapas muy distintas. Durante la Edad Media contó con una abundante literatura: en catalán se escribió el Tiran lo Blanc (famoso libro de caballerías) y sobresalieron los autores, Raimond Llull y Ausias March. Durante los siglos XVI al XVIII sobreviene un decaimiento del cultivo literario del catalán, que se manifiesta en un uso casi exclusivo del castellano. A partir del siglo XIX comienza una nueva etapa de esplendor de la literatura catalana, con escritores como J. Verdaguer, J. Maragall, A. Guimera, C. Riba, S. Espriu, etc.

Cuenta con unos siete millones de hablantes; uno de cada cinco españoles se expresa en catalán. Se habla, como lengua nativa, en Cataluña, Baleares, en gran parte del Reino de Valencia, Andorra (donde es lengua oficia!), Rosellon (Francia) y la ciudad de Alguer (Cerdeña). El catalán se encuentra dividido en dos grandes dialectos: oriental y occidental, diferenciados por el distinto tratamiento de las vocales átonas a, e, o. Entre ellos, se distingue, con personalidad propia, el valenciano, que es la variedad meridional del catalán occidental, con el que coincide en el tratamiento de la E larga latina y la distinción de las vocales átonas a, e, o, pero del que lo distinguen ciertos fenómenos concretos.

El Gallego. 

Procede de la evolución del latín vulgar en el extremo noroeste de la Península. Es, por tanto, una lengua románica perteneciente al dominio iberorománico y se caracteriza muy pronto por su carácter conservador, por haber permanecido muy fiel a sus orígenes latinos. Galicia, antiguo reino suevo, muy ligada a León, hasta convertirse en reino independiente, tiene su centro cultural y de irradiación lingüística en Santiago; fue sometida en tiempo del emperador Augusto (año 19 a. C.), y con el norte de Portugal y León formó parte de la España Citerior. Fue una provincia autónoma hasta la época de las invasiones germánicas. El noroeste gallego-asturiano debió de formar una antigua unidad cultural.

El gallego es el núcleo originario del portugués. Con la reconquista, se va extendiendo hacia el sur, por la actual Portugal y recibe el nombre de gallego-portugués. A comienzos del siglo XV, Portugal, por razones históricas y políticas, se fue separando de aquel, que queda sometido a la influencia del castellano y el portugués se «desgalleguiza». No obstante, hoy, son lenguas enormemente parecidas.

El gallego se caracteriza por no diptongar E, O, tónicas en ningún caso: terra, corpo, noite; por el mantenimiento de los diptongos decrecientes: ou, ei, procedentes de AU, AI: ouro, cantei; y palatalización en ch de los grupos iniciales PL-, CL-, FL-: chorar, chamar, chama. 

El gallego-portugués, en la Edad Media adquiere un gran desarrollo literario; su poesía es de extraordinaria belleza lírica: Cantigas a la Virgen. De esta misma época son los primeros textos literarios conservados en los Cancioneros. Luego, ya en el siglo XIX resuge merced a la labor de autores como Rosalía de Castro, Eduardo Pondal, Curros Enríquez, etc. En el siglo actual, sobresalen como escritores en gallego, Ramón Otero Pedrayo, Ricardo Carballo Calero, Celso Emilio Ferrero, etc.

El carácter conservador y peculiar de esta lengua se debe a que el latín hablado en esta provincia es más culto y conservador, a su prolongada autonomía y a su situación periférica; sin embargo, su romanización tardía y débil, permitió una mayor influencia del sustrato prerromano; los rasgos de aspecto revolucionario y más antiguos que caracterizan al noroeste: Pérdida de -N- y de -L- intervocálicas, la sonorización de C, T, y la palatalización –chuvia-, pueden atribuirse a la pervivencia de influjos prerromanos y también a la posición marginal.

El vasco.

Es una lengua prerromana que subsiste hoy. Es el descendiente de una de las lenguas primitivas de la Península Ibérica; existía ya, en forma que se desconoce, hace tres mil años, antes de la expansión de los europeos y antes de la romanizacion. Sus orígenes son aún desconocidos, se han convertido en un enigma. No es una lengua indoeurope; no procede del Latín, por tanto, no es románica. Es un resto único en el Occidente Europeo de una etapa lingüística desaparecida; el estudio de la toponimia permite pensar, que, a lo largo de la franja septentrional, se extendían gentes de lenguas semejantes. Es una lengua aislada, al no haber quedado ninguna lengua con la que tenga parentesco. La lengua vasca se había salvado del peligro de la romanización, como antes, no sabemos cómo, se salvó del de la celtización o indoeuropeización. Limitada a las regiones montañosas ­del norte de la Península, se conservó probablemente porque los vascos como los cántahros, se rebelaron contra los invasores y no llegaron a ser absorbidos por los atacantes gracias a su resistencia. En las escabrosas montañas, esta gente seguía su vida rudimentaria en libertad y, ante las corrientes unificadoras y civilizadoras, quedaba fuera de los grandes influjos de la Historia. 

Sobre su origen, se han ofrecido varias hipótesis; se pensó que estaba íntimamente emparentado con el ibero, del que sería el último resto conservado. Se basa esta teoría en algunas coincidencias del vasco con el ibero, como la ausencia, en las dos lenguas, de F- inicial autóctona y el rechazo a utilizar la R- inicial. No obstante, las inscripciones ibéricas, últimamente descubiertas, no pueden descifrarse con ayuda del vasco, lo que nos lleva a pensar que las coincidencias entre vasco e ibero se deben más a contacto entre ambas que a parentesco. Se le relacionó con las lenguas camíticas. El mayor número de estudiosos se inclina por la teoría de su parentesco con las lenguas caucásicas (entre Rusia y Turquía), de las que pudiera ser el último resto occidental conservado. Se supone que en una época remotísima, verios milenios antes de Cristo, existían alrededor del Mediterráneo idiomas emparentados, que habrían desaparecido, manteniendo su supervivencia, en los extremos de aquel dilatado espacio, sólo el vascuence y los idiomas caucásicos. Pero, el vascólogo L. Micelena, sin negarla explícitamente, ha restado valor a esta hipótesis.

El vasco o éuscaro cuenta con unos ochocientos mil hablantes en Vasconia y en el Norte de Navarra; más con unos noventa mil, en el departamento francés de los Bajos Pirineos. Reducida a condición de uso familiar y rústico hasta hace unos años, ha visto últimamente un evidente resurgir entre los jóvenes y, auspiciado por las instituciones autonómicas vascas, va cobrando una superior consideración entre la gente, que enaltece, por medio de la lengua, su entidad étnica y cultural. Sin embargo, no ha conocido un cultivo literario semejante al que se produjo en las demás lenguas peninsulares, debido, entre otras causas, a su gran fragmentación dialectal.

Los rasgos característicos del vasco residen en la complejidad de las formas verbales, su preferencia por el orden sintáctico parecido a la voz pasiva (paciente-verbo-agente), y abundante pronominalización, frente a la relativa sencillez de la morfología nominal que expresa la distinción semántica mediante la sufijación. Se muestra refractario a utilizar P-, T-, K­, como fonemas iniciales y una fuerte tendencia a la palatización de las consonantes. El sistema de numeración es vigesimal (40 = dos veces veinte: verr-ogei).

Se distinguen tres grandes dialectos en el vasco: guipuzcoano, vizcaíno y labortano, formados cada uno a su vez por varios subdialectos, hasta alcanzar una cifra superior a los veinte, la causa está en las antiguas divisiones tribales, políticas y eclesiásticas. En la actualidad existe una fuerte tendencia a la unificación de la lengua, a lo que está contribuyendo su enseñanza en las ikastolas. 

Rodeado de lenguas románicas, ha recibido el influjo del castellano y del provenzal. No obstante, matiene tenazmente el núcleo básico de su léxico original y su estructura sintáctica, que le confiere carácter único de enorme interés para la Lingüística.


Camilo V. Mudarra es Lcdo. en Filología Románica 
Catedrático de Lengua y Literatura Españolas, 
Diplomado en Ciencias Bíblicas y poeta.



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