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ULTIMO ADIOS

Fredy Ramón Pacheco

 

Después de enviar este mensaje estaré muerto.

Tanto tiempo novelando un arma en mis manos para acabar con mi vida, hasta que el destino me da la gran oportunidad. Comprarla era oneroso y pedirla prestada a un policía era un riesgo de ser matado en vez de muerto, lo cual era una gran diferencia de dignidad y de historia.

Esta noche, las circunstancias se unieron para que mi amiga me dejara cuidando su restaurante, que por llamarse Casablanca, sentía una tentación extraña de vivir estas últimas horas recordando la novela del siglo y hasta revivir aquellas escenas apasionadas en la atmósfera de un Café Bar a lo Ricky.

Busqué mi chamarra, un cómodo almohadón; recuperé del fuego al Benedetti, metí en la bolsa la Novena del Beto, La Toccata del Sebastián y me vine al restaurante a desempeñar mi último papel en este teatro. Sería “Guachiman” la última noche de mi vida, después de ser arriero, poeta y otras menudencias más. Antes de salir del restaurant la última vez, mi ojo de pez había notado la existencia de una Smith Wilson en una de las gavetas, y al regreso la propietaria la había escondido, por lo que le rogué encarecidamente que no podía dejarme desarmado pues no me quedaría. En realidad no tendría sentido nada esta noche, pues el atractivo sería el final de un acto que ya había preparado, desde escenografía, música, ambientación y hasta el libreto del monologuista y relator que sería mi Yo monstruoso. Así que ante mi insistencia dejó en mis manos esa preciosa arma made in Brasil, de cacha color café, abarrotada de balas. “. Mire fíjese que no está matriculada y es muy sensible, así que tenga cuidado.” Fue la advertencia de la propietaria. Obviamente eso no me importaba. - sonreí agradecido -

En el mesón de la cocina, instalé mi Estado Mayor de suicidio: las hojas de papel, dos estilográficas, y el revolver. Prendí el equipo de sonido y puse La Novena a todo volumen. Por mi mente pasaban todas esas imágenes que ustedes seguro verán mañana en los periódicos amarillistas de sucesos. Fotos de la fachada del Casablanca, el mesón de la cocina con mi cabeza desgonzada haciendo un charco de sangre; los ojos desorbitados y pétreos, las botellas seguramente quebradas en el suelo, pues de seguro voy a abrir los brazos en el impacto y tiraré las botellas al piso.

Espero salir en el País Digital, pues merezco ese derecho después de mi esfuerzo en deletearlo casi seiscientas veces por sus noticias derechistas y por la pereza de no preguntar como carajos lo elimino de mi buzón, igual que a esos "pensamientos débiles” que nos encasquetó mi hermano Yony todos los días; Ya hiede a naftalina  ese rosario de babosadas inútiles como incoherentes.

Bueno, no quiero distraer mi atención del objetivo terminal de esta noche. Además no será importante la nota periodística. Lo importante es que ustedes al abrir su buzón encontrarán esta primicia y se deleitarán como espectadores de primera fila de esta última función. Vaga función. Inocua representación literaria, porque no tengo experiencias anteriores, obviamente, y jamás había sido tan obvio.

Cuando empecé a robarme las cervezas del refri, para ponerme a tono, alucinado, sedados los nervios, empezó también el Beto con su irrespetuoso Allegro. En ascenso su locura con el Molto vivace, y mi locura con la poca vida que me quedaba, fueron concatenándose las circunstancias para que apareciera él The end sobre un rostro azulado, con la boca abierta y los ojos desprendidos de sus cuencas, balanceándose en sus resortes.

En este punto muchos creerán que no habrán muertos en este cuento, pero lamento desilusionarlos porque el apologista de Adolfo ya comienza su Cantable y los coros me llevarán a la gloria. Entonces en la gloria nada mejor que matarse para evitarse un despertar sin gloria. Mis queridos lazarianos paso a narrarles mis últimos segundos en las cavernas: acerco el revolver, empino la doceava cerveza, esta “Suprema”, alemana, para estar en el mismo tono de Presto del Ludwing, hago las correcciones gramaticales con el ordenador automático de gramática, (perdónenme, pero es lo único que puedo hacer para que no encuentren errores humanos); ya está corregido, y con “español de Venezuela”, que es donde mejor se habla esa lengua, según la Real Academia de la madre que la parió (la lengua).  En realidad lo que nos trajeron los castizos de las carabelas fue un paté fonético inaudible y tosco, (oír a Julio Iglesias), que nosotros los sudacos hemos embellecido, gracias a que ya teníamos la bicoca de dos mil lenguas perfectas, cuando ellos vinieron con sus crucecitas y sus espaditas a degollarnos en nombre de las primeras.

Voy al refri y saco otra cerveza, veo el revolver doble sobre la mesa y pienso que tendré dos oportunidades, gracias a dios, así no tendré excusas para que mañana ustedes se rían de mí, desde sus casas, bien cómodos, acompañados de sus jereces y sus tequilas unos, y otros de sus polarcitas y sus vinos, además de que uno que otro tendrá a su lado una piadosa costumbre de años, celebrando como de costumbre sus risas: - Sí mi amor que gracioso -.

Pareciera que el Beto quiere derrumbar la casa. Los trombones y los bombos resuenan, estruendosos, como si dispararan cañones a los poetas reaccionarios, caducos, envilecidos por seniles. El polvo cae del techo cada vez que retumban las tubas y los cornos… me tambalean las piernas un instante y pierdo el control de los sentidos. Mister Window, mi amo hace ya varios años. ( Este imbécil se apoderó de mis sentidos desde que dejé de gritar como histérico “Yanquisgojom”), me ordena que cliquee sobre Send, lo hago servilmente, como obedecía también a Remington el siglo pasado. Siempre alguien nos manipula y ordena como debemos escribir; dejémonos de esas tonterías de que los escritores somos libres. Recuerdo que antes de Remington, era mi tía con la palmeta obligándome a escribir como un tal Pálmer. Total que termino mi vida de escritor, esclavo de mil patrones. Otra cosa era cuando iba al kindergarten (nazismo gramatical),  y hasta la preparatoria…ahí si que era un digno escritor, con mis creyones de cera, libre, garabateando mis fantasías en el piso, en las paredes, en el pupitre… embadurnando de rojos y violetas los cuadernos con bellos poemas como: “amo a mi mamá” “mi mamá me ama”;  “ amo a mi maestra”, “mi maestra no me ama”; ahí empezaban mis despechos, ergo mis desgracias, pero nadie me ordenaba pisar esta o aquella tecla, ni se conocía el verbo “cliquear”. !Que tiempos aquellos!.

Volviendo a mis planes de esta noche, creo que después de esta cerveza, ya no pueda atinar con la pistola y podría quedar mal herido, lo cual equivale a poeta muerto por atropellamiento de un carro o poeta quedó paralítico intentando suicidarse…lo cual no es nada digno para un poeta que se aprecie. Además no me traje la computadora, obviamente.

Salud poetas!.

Claro que he muerto..

De risa...

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