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MANUEL ALTOLAGUIRRE (1905-1959)

Francisco Arias Solis

 

"Tus palabras a un cielo 
blanquísimo me elevan."

Manuel Altolaguirre

LA VOZ DEL ANGEL DE LA POESIA

José Moreno Villa cuenta en su Vida en claro que los poetas, en los últimos tiempos, habían aparecido por parejas: Machado y Juan Ramón Jiménez, Salinas y Guillén, Lorca y Alberti, Prados y Altolaguirre. Y a ninguna se le puede aplicar mejor que a la pareja de poetas malagueños. El nombre de Manuel Altolaguirre no se puede separar, ni en su vida, ni en su poesía, del de Emilio Prados. Altolaguirre y Prados son siempre inseparables. 

Quizá de toda su generación, Manuel Altolaguirre fue el poeta más puro en el sentido que sólo era poeta, ya que lo tipográfico sólo lo ejercía en función de la poesía misma. Su aventura fue siempre la poesía, vivía de ella y con ella y su instrumento la imprenta, que le acompañaba a todas partes. "Manuel Altolaguirre –escribe Pablo Neruda- seguía con su imprenta. Instaló una en pleno frente del Este, cerca de Gerona, en un viejo monasterio. Allí se imprimió de manera singular mi libro España en el corazón". 

Manuel Altolaguirre nace en Málaga el 29 de junio de 1905. Estudia bachillerato en el colegio de los jesuitas de su ciudad natal. En dos años realiza la carrera de Derecho, que cursa en la Universidad de Granada. En 1924, asociado con Emilio Prados, funda la editorial Sur, que luego sería editorial ( y revista) Litoral: en ella se publicaron los primeros o segundos libros de casi todos los poetas de la generación del 27. En 1932 contraen matrimonio Manuel y Concha Méndez en Madrid. Fueron testigos de la boda: Lorca; Juan Ramón Jiménez, Guillén y Cernuda. En 1939 se traslada con su mujer y su hija a París, de donde parte para América. En 1959 regresa a España para presentar la película "El cantar de los cantares" en el Festival de Cine de San Sebastián. Camino de Madrid, sufre un accidente de tráfico mortal, y el día 26 de julio, en un hospital de Burgos, muere Manuel Altolaguirre.

Su primer libro Las islas invitadas aparece en Málaga. En sus páginas, su voz, su acento andalucísimo, su breve y leve cante hondo inicial ya acude al lenguaje estremeciéndolo: "Arrastrado por la arena, / como cola de mi luto, / a mi sombra prisionera..."

En los versos de Altolaguirre hay cierta afinidad con los de San Juan de la Cruz. La pasividad del sentimiento amoroso de San Juan tiene afinidad distante con la pasividad del sentimiento amoroso de Altolaguirre. Este necesita el amor lo mismo que el niño para sentirse guardado, defendido. En el fondo sufre de cierta fijación materna simbolizada aquí y allá, dentro de su obra, con una especie de inocencia angélica que traspasa su verso de mística espiritualidad.

El malagueño Darío Carmona nos cuenta: "Nosotros siempre decíamos que Manolo –lo decíamos mucho, Emilio también lo decía-, que era un ángel, que él tenía dentro de sí un ángel". "Todos los que entonces le conocieron – escribe Vicente Alexaindre- decían que era: un ángel, que de un traspiés había caído en la Tierra". 

Amor, deseo, creación, vida, musa... Estos simples vocablos casi dan por sí solos, la definición de la poesía de Manuel Altolaguirre. Pero había también mucho de su indefinible gracia que signa para la creación artística a ciertos hombres de cualquier latitud. Manuel Altolaguirre era poeta por la gracia de la naturaleza. Poeta contra todas las dificultades. Poeta sin remedio. Cantó sin ocultar el corazón, sin disfrazar la palabra. Poseía el ángel, que ahuyenta los artificios. Y como dijo el poeta: "Y a pesar de los pesares / enmudeció al despedirte / el Cantar de los Cantares". 

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