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LA MUJER Y VALORACIÓN

Camilo Valverde Mudarra 

La mujer postergada durante siglos como ser inferior y despojado de derechos, hoy, cuando el nuevo siglo, desplegando sus alas, recorre ya sus primeras rutas, se halla en cauces de reconocimiento que asientan su dignidad y le confieren el puesto que su ser personal demanda. 

Hace ya unas décadas que paulatinamente ha ido tomando parcelas poco antes vedadas a la mujer por hábito y concepción en casi todas las sociedades históricas. Se la ve con normalidad desempeñando muy diferentes funciones y a nadie se le ocurre venir a la extrañeza ni entrar en la admiración. Ocupa, con eficiencia, puestos corrientes unas veces y relevantes otras, impensables hasta hace poco. Son taxistas, militares, diputadas y jefes de gobiernos, sin aspaviento, con sabor de igualdad y naturalidad. No obstante, el desempleo le sigue lesionando más que al hombre, su sueldo suele ser inferior, las tereas domésticas siguen atañéndole inminentes y, tristemente, son demasiadas las mujeres que perecen víctimas de energúmenos inmaduros, viciosos y psicópatas que les declararon y profesan amor ridículo y extraño. El proceso parece largo, los escollos continúan y la lucha por conseguir avances en la auténtica igualdad se hace aún necesaria y duradera. Es perentoria una ley contra la violencia y el ataque a la mujer.

En la historia del pensamiento, se han dado variadas opiniones sobre la mujer. Algunos han defendido una indiferenciación. Otros aducen diferencias propias en la aprehensión del mundo regulada por el orden biológico y por el campo psicológico. Hecho este que, al incorporarse la mujer a multitud de tareas, ha quedado patente en la extraordinaria destreza y rigor con que desarrolla cualquiera encomendada. Son muchos los que apuntan una idéntica dignidad y una función distinta. Tesis que, en muchas épocas, ha sustentado la actitud social de la consideración en rango de inferioridad por infravaloración. 

Tras la Gran Guerra, la era industrial abrió las puertas de las fábricas a la mujer. En tal situación, pronto tuvo que organizarse y comenzar la lucha por la adquisición de las prestaciones sociales y el derecho al justo salario en correspondencia con el trabajo realizado. Temores ocultos y subconscientes son los que, inveteradamente, han actuado directa e indirectamente para descolocarla de la situación social y conceptual que le es propia natural, psicológica y biológicamente. La consecuencia ha sido históricamente la instrumentalización de mecanismos legales e ideológicos, en la mayoría de las culturas, para comprimirla en muy vastos recintos de injusticia social y por medio de la alienación reducirla a esferas rayanas con la esclavitud. 

Es imprescindible proclamar que no es política de reivindicación lo que el ser de la mujer necesita, sino la destrucción de antiguas concepciones y la consideración exacta que le concierne en su trascendencia, en su absoluta peculiaridad e inmanente esencia.

La personalidad femenina es rica y muy compleja. La mujer es melodía y poesía, es ternura y momento. Vive el detalle, la concreción y la pequeñez. Su rumbo es la esperanza, la vitalidad y la fortaleza. Es dispensadora de gracia y firmeza. Su desprendimiento, resistencia y solicitud no tienen límites. Su índole innata es la capacidad esencial del amor. Derrocha su propio ser que es el cariño, la seguridad y la moderación. Es la vida, portadora y dadora de vida y afirmación de la vida; por eso va delante, su visión es más amplia, admite la innovación y avizora un horizonte más ancho. En la penuria y desgracia, es sostén y báculo de pacificación. En la percepción de la realidad, desecha lo colectivo y viene a lo individual. Es la familia y es la educación. 

Su condición natural de diálogo y de paz contribuirá siempre en este ambiente materialista al crecimiento de individuos que vivan la entrega, el servicio y el amor al prójimo, menos violentos y egoístas. Allí donde exista la dirección y el ordenamiento de la mujer, la sociedad encontrará solución a innumerables problemas y se creará un ambiente más libre, justo y dialogante.

Camilo V. Mudarra es Lcdo. en Filología Románica  Catedrático de Lengua y Literatura Españolas,  Diplomado en Ciencias Bíblicas y poeta.

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