EL SIMBOLO EN LA OBRA DE ARTE
Las obras
realizadas en base a técnicas en donde se aplica al automatismo, con su falta
de estructura, su supuesto caos, nos impactan desde lo emocional, ya que en una
pintura o dibujo, su orden y significación son absolutamente individuales e
inconscientes. Dentro de
ese caos aparente inicial, al comenzar por el automatismo, es factible que
podamos codificar la organización en la estructura, en la ubicación de los
colores y su presumible orden aparente, ya que nos encontramos frente a
simbolismos inconscientes representados al poner los primeros materiales o
rasgos al ejecutar la obra. Paul Klee
dice que la observación y la atención del espectador capta en su totalidad los
planos, las estructuras visuales y descubre las líneas moduladas o netas, grafías
manuales y signos gráficos. También, se pueden observar las inflexiones en la
graduación de los colores, que el autor hizo, ya sea adrede o inconscientemente.
Al observar
se captan hasta los menores detalles dentro de la totalidad de la obra, se
perciben las figuras y grafías, atmósferas de tranquilidad o de caos, pero la
mayoría de las veces el código o símbolo que usa el artista y el usado por el
espectador no es el mismo, y suele no ser comprendido. Cuando se ve
en primer lugar cada símbolo, resulta difícil ver la totalidad, es decir
unirlos a todos, la generalidad, entender el código complejo que plasmó el
ejecutor de la obra de Arte. Por ejemplo: en la Piedad, en la totalidad se
ve la madre con Cristo muerto en sus brazos. Si alguien mira un símbolo
solamente, puede ser el símbolo de la tristeza en la mirada y posición de la
madre y la muerte en la posición de Cristo. Otro ejemplo
puede ser un paisaje, como las marinas abstractas de Turner, inglés (1775-1851
). En la totalidad se ve una obra de características abstractas con
planos no muy definidos y representa simbolicamente una gran tormenta, ya que
son nubes, agua, sensación de fin del mundo, caos. Quien conoce
la historia de Miguel Angel, sabe que realizó siete Piedades, siempre sobre el
mismo tema, madre-hijo-tristeza-muerte. Y quien conoce la historia de
Turner sabe que para lograr esos efectos en su pintura, él se hacía atar en la
parte superior del mástil de un barco para sentir la sensación de la tormenta
o caos que después plasmaba en sus cuadros. Al observar
un cuadro lo que impacta es la totalidad de los elementos, lo que nos quiere
transmitir el autor. He aquí el papel del inconsciente del artista, y el
inconsciente del espectador. Este último acepta o rechaza aún sin
conocer la historia, intuyendo lo que le llega o lo que el autor quiso decir en
la estructura del arte. Si nos
basamos en la forma individual de percibir las imágenes y poder plasmarlas,
ligada a parámetros estéticos, vemos que el papel constructivo, realizado de
una sola ejecución, y volcado al dibujo o pintura de forma automática, logra
surgir solamente de un proceso absolutamente subconsciente. En la música
los elementos son conscientes, articulados, se clasifican en sistemas de escalas,
ritmos y armonía. En pentagramas o por acordes y ritmos musicales. La espontánea
ejecución del concertista mueve sus manos al compás de su comportamiento
interior, inflexionando en su disciplina lo que ya otro compuso, recreando en sí
la melodía. Sucede igual
en los cantantes, cuya sonoridad vocal es medida por escalas de voces o
registros, obtienen frecuencias óptimas, a veces cambiantes, y variantes en
cada concierto. Ejecutando cada día la misma melodía, pero siempre con
alguna variante, ante una melodía pre-establecida. La
diferencia es que en la pintura se trabaja una sola vez, un solo papel que
dibujar o un solo lienzo que pintar, una vez y ahí queda. Fijada en la
tela o en el papel. Aunque se intente repetir el tema o la técnica en
otros trabajos o series, jamás saldrá igual, queda plasmado para siempre.
© 2000 Susana
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