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NADIE ES PERFECTO


Jesús López Merino

 

Me viene a la memoria una excepcional y divertida comedia musical americana que se considera obra maestra en su género. Obra de Billy Wilder y titulada en español “Con faldas y a lo loco” (Some like it hot). Es una comedia divertida, puro entretenimiento, de la cual se puede obtener más de un apunte positivo aunque sólo sea a través de la frase con la que finaliza la película: ¡Nadie es perfecto! 

Sin embargo, seguro que no sólo será esta última frase lo que te haya hecho disfrutar de ella, sino todo lo que de alegre y divertido descubres y encuentras a lo largo de la misma. ¿Acaso no contiene algo más que diversión? Nadie es perfecto para negárselo. Sirva, asimismo, como un reconocimiento a toda la obra cinematográfica del autor fallecido no hace muchas fechas y a quien otro director cinematográfico español al recoger su trofeo (el Oscar de Hollywood) le tildó de Dios por sentirse no creyente. No parece necesario comentar la fe del que está creyendo, si no fuera por dejar un reglón cinematográfico escrito en su recogida. Desde luego: ¡Nadie es perfecto!, pues hasta los tildados de no creyentes o ateos creen. Pues no es menos imperfecto quien diciéndose que no cree traslada su creencia hacia otro Dios. 

¡Nadie es perfecto! Ciertamente nadie va a discutir tal axioma. El que se sienta culpable como el que se sienta perfecto que lance un grito en su derredor para escuchar el eco de su voz interior. Todos somos un aglomerado de perfecciones e imperfecciones que configuran ese dibujo humano que llamamos hombre/mujer. Y qué mejor perfección que tratar de conocerse uno a sí mismo para saber dónde tenemos nuestras fuerzas y debilidades. Alguien dijo que conocerse es un paso para la superación, es decir, la perfección. Bien es verdad que su conocimiento pasaba por la aceptación para lograr ese nuevo estado. ¡Acaso nació aquí toda la teoría marketiniana tan de moda en la actualidad! ¿Podríamos conceder otro título más a ese “gran e insigne Padre de la Iglesia” de origen africano llamado San Agustín? El fué quien nos dejó la frase: “Conócete, acéptate, supérate”. Tuvo muchos desaciertos para llegar a la verdad, pero esos mismos le valieron para ganarse su conocimiento a través de su voluntad de renovación. 

La vida, o lo que de ella cuentan y contamos, te habrá enseñado que la perfección como el dinero no lo es todo. Perfecto es aquello que no tiene movimiento o no necesita desplazarse segundo a segundo para ser, pues ese corregir la posición indicaría una falta de perfección o bondad. Y precisamente este movimiento o fluir y no dejar las cosas en su sitio es nuestra propia esencia de vida. Por tanto, no canalicemos ni estanquemos nuestra vida en estereotipos más o menos cerrados y definidos. Perdamos nuestra vida en un devenir que sólo pueda ser narrada al paso, caminando. Sin etiquetas y sin señales de paso o circulación. La vida, precisamente por ser vida, es pura imperfección para ser una perfecta vida. 

Dicen que el dinero es como la sangre: vida cuando circula, muerte cuando se estanca. Asimismo, se asimila el dinero al estiércol que sirve de abono para el campo, mientras que algunos lo confunden con la cosecha y tratan de almacenarlo. Todas son imágenes para indicarnos dónde debemos situar cada cosa, pues de lo contrario nos encontraremos con situaciones que nada tienen que ver con nuestro natural desenvolvimiento en el orden vital. ¡Quién no se ha visto envuelto en sus sueños por un inmenso montón de monedas de oro, saltando y brincando sobre ellas! Nuestros deseos, a veces, ofuscan nuestra mente y nos hacen soñar fantasmagóricas situaciones que sólo atraen a necios y villanos. 

Sólo lleva quien deja y vive quien mirando siente que el camino está mezclado de pasos y de olvidos, de frescas miradas a horizontes lejanos, de sentimientos hechos mirada, de jardines plantados en sueños y retazos de vida florecidos. Sólo vive quien rueda con sus sueños, quien los peatonaliza y da paso al sentir de cada día. Sólo siente quien vive arrancando de los sueños las raíces que un día brotarán a flor de tierra y empujarán los pasos del caminante sin camino. 

Y si ser perfecto es no ser contradictorio ahí va otra impertinencia: Ser o Tener, Conocer o Saber, Amar o Querer, Mirar o Ver. ¿Has buscado alguna vez la diferencia o simplemente tu vida pasa sin duda y sin pelea de buscar? ¿Te entonteces ocupando tu mente y tus tiempos con actividades y pensamientos, a veces hasta insulsos, que atasquen tu capacidad de duda y de vivir? 

Cuantas veces se oye: “necesito hacer algo para no pensar”. Y así dejamos que la vida pase y nos derrita el bloque de hielo que hemos de dar forma y mantener vivo. Le ponemos al calor de la discusión, de la carrera loca, del hacer sin saber qué, del movimiento sin rumbo ... Todo para evitar sentirnos, hacernos, moldearnos, en definitiva conocernos. Y así, la Antártida que formamos la humanidad se derrite y desmorona y poco a poco nos ahoga por el deshielo de nuestro propio ser. 

¿Para qué sirve el hielo? ¿Solamente para que se deshaga? Una imagen de hielo nos debe ayudar a sentirnos más cerca de la belleza a pesar de su apariencia sin forma. ¿Nadie ha descubierto la belleza del bloque de hielo estático, del silencio, del estar quieto sin movimiento, ...? Otras veces, nos dejará entrever nuestra fragilidad por el deshielo. Siempre, nos ayudará a tomar posición en nuestro camino. 

Siempre la vida tiene dos caras o dos lados de ver la moneda. Es bonito poder compartir ambos lados pues cada uno tiene su valor y tan válido es el uno como el otro. Nunca uno será mejor que el otro, sino más bien una elección de postura. ¡Acaso la moneda no es única! ¡No sirven ambos lados para identificarla y pagar! Y, ¡qué desgracia es poseer la moneda y tratar solamente de querer ver en todo momento una sola cara! La riqueza de la vida está en disfrutar de ambas vertientes. ¿Acaso las orillas del río no son las que le encauzan y le hacen posible? Y sin embargo ambas son distintas y necesarias. 

Pero, a su vez, lo que es bueno que sea distinto debe de ir coordinado para que pueda avanzar y no se destruya torpemente en su evolución o desarrollo. Nunca lograremos que un coche corra si sus ruedas no son iguales y sobre todo no avanzan en la misma dirección. Ni un río llegará al mar con una ladera alta y otra baja pues se desbordará hacia ese lado sin oportunidad de ser río. Todo avance ha de tener un cauce, más o menos visible, que le imprima seguridad a la vez que posibilidad de alcanzar objetivos del tipo que sean. Su misma existencia ya es un objetivo a lograr. 

Es cierto que hay cauces que se van construyendo en el día a día y para que se sustenten tienen que tener una común dirección. Viene aquí muy bien una frase de Saint-Exupéry relativa al amor que nos acerca aún más a lo aquí dicho: “Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección”. Porque amar no es solamente dirección sino intención y avance. La buena ciencia de los refranes nos ayudará a descubrir falsas intenciones o nulo avance: Amor de boquilla, no vale una cerilla. O: amor por interés, no dura porque no es. O aquel otro: Amor de monja y pedo de fraile, todo es aire. 

Y metidos en refranes (cortas sentencias vienen de largas experiencias) recojo uno de procedencia árabe que dice: Aprende de la hormiga el arte de la Vida: ella trabaja pero en silencio. O la frase de Quinto Curcio: los ríos más profundos son siempre los más silenciosos. Acaso, ¿el ruido y la alharaca acercan a la verdad? Porque el que su razón vocea .... la estropea. Haz como las estrellas que no hablan, pero brillan y se fortalecen. Bienvenido el silencio de las acciones que refuerzan y dan vida a la propia vida y fuera ese parloteo de decir y no hacer, de mostrar y no ser, de aparentar y fallar en lo esencial, de hablar y no decir nada porque todo es aire o ni siquiera eso. 

Aire y tiempo. Dos elementos intangibles que todo humano precisa. Nadie vive si no está incrustado en el tiempo, pero a su vez no creará vida si no hay un halo que oxigene la vida temporal. ¿Acaso el aire se sustenta si no brota de un tiempo ágil, vívido y pleno de movilidad? Lo estático e inmóvil deja sin respiración y sin vida cualquier intento de vuelo agitado por el grácil aire de los sueños. Siempre es preciso mantener en vital movimiento los molinos de los sueños para que generen ese aire fresco y vibrante que moverá sentimientos y arrancará acciones acompasadas por el tiempo. 

No dejes morir el tiempo. Aliméntale, concédele ritmo y aires nuevos. No cejes en tu empeño de caminar y vivir bajo su techo. Es tu propia vida la que con tiempo y aires nuevos levantas, construyes y mantienes. No entres en el círculo de los sin tiempo. No camines a su lado, ni respires su viciado aire, casi muerto. 

Los sin tiempo son personas que están desposeídas de ilusión, de ganas de vivir. No tienen prisa para nada. Se desgastan sin apenas movimiento. En definitiva, no tienen tiempo y lo destruyen y lo dejan pasar sin vida y roturando todas las ilusiones que pueden encontrar en su camino. Rompen incluso las ilusiones de las personas que intentan ponerles en el camino. Parece que sólo destilan odio. Una mezcla de envidia y destrucción es lo que les invade. Su orgullo está tan degradado que pueden creerse dioses siendo una hermosa nada. Todo es nada en otras manos y en las suyas sólo hay pasado y recuerdos del pasado. Es decir, tiempo roturado, perdido, sin semilla y sin fruto. Al final, tiempo sin tiempo. Nada. 

En definitiva, ¡Nadie es perfecto! No busques perfecciones terrenales, sin embargo deja libre el camino de estorbos y barreras que impidan tu búsqueda y tu avance. Acaso, ¿avanzar y buscar no es poner un escalón a la vida para alcanzar las cimas desde las cuales la visión lograda es el mayor éxito contemplativo? Cuando desde lo alto de una montaña disfrutas del bienestar de lo que observas pierdes la noción del tiempo, más nunca destruyes tu tiempo y tu vida. Le concedes la magia de ser, de vibrar, de sentir y hasta de soñar para hacerle aún más quiescente y a la vez más vivo. Silencioso disfrutas del momento y le haces, si cabe, más tiempo al tiempo. Le conviertes en tu compañero de viaje y de tertulia y quedamente le disfrutas. No son precisas las algaradas, pues el silencio contemplativo es muy melodioso y sonoro. El silencio es muy sonoro cuando se comprende. Te ofrece conversación, lectura, amistad ... todo aquello que precisas si sabes soportarlo y recoger su cosecha.

Y como nadie es perfecto existen también los conversadores. Personajes opuestos a los que les gusta el silencio, su disfrute y la conversación sosegada y compartida. Los conversadores son esas personas que parece que su vida se alivia y tiene vigor cuando encuentran un púlpito y auditorio y, sin escuchar lo que a solas les dicen, se bravuconean de su disertación sin importarles el daño que pueden causar, incluso a sí mismos, haciendo un explosivo discurso para desahogar su ímpetu y vaciarse de adrenalina. Descargan su monólogo. No les importan los sentimientos ni el vacío creado e incluso aceptan las estrategias de la guerra y del marketing: no hay mejor contrario que el pateado. No logran darse cuenta que la vida humana no es pelea de contarios sino impulso de copartícipes que buscan caminar y recorrer mares y veredas por descubrir. 

Luego sus palabras quedan volátiles pues no son capaces de soportar la palabra calmada y sincera del diálogo en el tú a tú. Sólo saben hablar y desenvolverse en la multitud para que les asuma sus opiniones. No entienden que la verdad personal nunca se ha de imponer. Actúan como si precisaran de abogado defensor para lo que ellos viven o desean provocar vivir. Lo cierto es que la verdad nunca se encontró entre gritos y multitudes, sino en sincero diálogo y sin intermediación de ajenas partes. El acuerdo o desacuerdo podrá llegar pero siempre mantendrá los límites del respeto y aceptación de la disconformidad si al final no hubiera entendimiento. 

¡Nadie es perfecto! Sin embargo, nuestro camino no es disfrutar de la imperfección que todos arrastramos y abanderamos en algún momento de nuestra vida, sino buscar la luz y embarcarnos en la aventura de ver. No ve quien mira, sino quien quiere ver. No ve quien mira, sino quien siente. No ve quien observa, sino quien observando siente. No ve quien mira hacia fuera, sino quien interioriza la mirada. Quien descubre su mirada, conoce la sencillez de mirar. Buscar una mirada es encontrar un corazón. 

Es bonito mirarse con las estrellas por luz. Hacerlo es abrir la puerta al amor o al menos al sentimiento transparente entre dos personas. La belleza de la noche pronuncia palabras que sólo un corazón abierto a ese silencio podrá escucharlas y entenderlas. Nada más bello que la luz tenue de las estrellas y su reflejo en los rostros que se miran. Sobran las palabras habladas para descubrir e inundarte de la palabra de luz y de silencio. Sobra el sol y sobran las nubes para que esas gotas de luz se nos acerquen. Deja que refresquen tu rostro y tu figura. Deja que iluminen el silencio y hagan de ti sombra para encontrar el diálogo verdadero de dos almas que a la luz de las estrellas dejan encontrar sus sentimientos. 

Y al final, ¡Nadie es perfecto! Sin embargo, el amor salvará tu vida y sobre todo te salvará a ti pues la vida sin amor no vale nada. Y puesto que he encontrado alguna reflexión por la red sobre este tema y no recuerdo dónde no identifico la fuente pero aquí la anexo para compartirla con vosotros. 

Primero, ama; porque la vida sin amor no vale nada:
La justicia, sin amor, te hace duro. 
La inteligencia, sin amor, te hace cruel. 
La amabilidad, sin amor, te hace hipócrita. 
La fe, sin amor, te hace fanático. 
El deber, sin amor, te hace malhumorado. 
La cultura, sin amor, te hace distante. 
El orden, sin amor, te hace complicado. 
La agudeza, sin amor, te hace agresivo. 
El apostolado, sin amor, te hace extraño. 
La amistad, sin amor, te hace interesado. 
El poseer, sin amor, te hace avaricioso. 
La responsabilidad, sin amor, te hace implacable. 
La ambición, sin amor, te hace injusto. 

¡Nadie es perfecto! Sin embargo, sin amor aún ni te identificas. Por tanto, ¡Vive!, ¡Ama! Y haz que el amor navegue a tu lado y a ser posible en tu misma barca.

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