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EL MIRADOR DE PALOMAS Y VAMPIROS

Carlos Bugarin

Un amplio salón con ventanales en un piso diecinueve le servía a Jorge Benegas de mirador  privilegiado desde donde podía observar los techos y terrazas de Villa Urquiza y Pueyrredón, dos barrios bajos de la zona norte de la Capital Federal.

En el verano, los rayos del sol daban a pleno sobre los vidrios de las ventanas, lo que convertía a la sala en un horno solar, refrescada muy de vez en cuando por alguna brisa del sur. 

Era tan grande el gozo que sentía Benegas al contemplar el panorama, como su sufrimiento por el sofocante calor estival. 

Una vecina, la del 14º ¨D¨, le recomendó que pusiera sobre los cristales una película reflectora de los rayos solares; con lo que conseguiría bajar considerablemente la temperatura ambiente.

Dos días tardó el señor Benegas, vidriero mediante, en terminar la instalación. Desde el interior, si bien un tanto más opaca que antes, la visión era normal. Pero visto desde afuera era un espejo casi perfecto.

Benegas comprobó de inmediato los beneficios del sistema.
Y un tanto mas tarde, sus desgracias...

Primero fueron las palomas.
Villa Urquiza es un lugar invadido por las palomas.  

Su condición de pájaro emblemático, su particular fecundidad, la Sociedad Protectora de Animales y la pasividad del vecindario, hacen que día tras día aumente la población de palomas en esa zona de Buenos Aires.  

Cientos, miles de ellas pueblan las plazas, las calles, los techos y las cornisas del barrio, dejando su impronta de guano por todos lados. Andan por las calles desafiantes, aguardando el último instante para ceder el paso. Mas sagaces que cualquier otro ser viviente en eso de esquivar vehículos por la mínima distancia imaginable. Poseen el aparato digestivo más poderoso que se conozca el cual les permite alimentarse de pequeños trozos de granito y cemento que arrancan a picotazos de los adoquines y de las veredas rotas. Y de cuanto ornamento vegetal encuentren a su paso.

No poseen enemigos naturales.
La cetrería nunca contó con adeptos en Villa Urquiza.

El último halcón desapareció misteriosamente de la casa de José El Barri, un comerciante conocido como “el turco”, en septiembre de 1979.

Pero, palomas al fin, nada saben de filtros solares, falsos espejos y del resto de las cosas, como animalitos que son.

Así creyendo que los brillantes ventanales de Benegas no eran otra cosa que la continuidad del achatado horizonte bonaerense, volaban hacia él rauda y confiadamente.

“Se equivocó la paloma” se escuchaba cantar a Serrat en la radio.

Un ruido sordo no fue advertido por nadie. Si lo fue un segundo impacto, algo mas sonoro, que provoco el temblor de los vidrios de la ventana semejante a cuando una paloma se los lleva por delante.

Benegas alzó la cabeza y miró hacia el balcón.
Entre coloridas macetas de plástico aleteaba moribunda una paloma overa.

La tomó entre sus manos y, compadeciéndose de su estado, le sopló suavemente la cabeza.La tórtola se sobresaltó y quiso escapar de entre sus dedos. La retuvo por un momento para que el pobre animal se recuperara del tremendo impacto.

Mas tarde, levantando los brazos hacia el cielo, no sin cierta tristeza, la lanzó al espacio para que retome su extraviada ruta. 

Casi nada sabía el hombre de palomas.

En esto pensó Benegas cuando el animalito cayera diecinueve pisos en tirabuzón, sin un solo aleteo, hasta quedar como un rampante fileteado sobre el techo de un automóvil estacionado en la puerta de su casa.

-Hubiera jurado que estaba bien, se dijo. Y regresó a sus quehaceres.Desde ese día, cada tanto, otras palomas confundidas por los espejados cristales, quedaban maltrechas en sus balcones. 

Por las noches las luces de los edificios vecinos se multiplicaban en las ventanas de Benegas.

Los ruidos nocturnos se hicieron insoportables. Tremendos impactos seguidos de lastimeros ayes de dolor, seguidos de irreproducibles insultos, comenzaron a escucharse en las madrugadas de aquel barrio. Decían los encargados de los edificios de la cuadra que misteriosamente aparecían por las mañanas abolladas galeras, 
capas rasgadas y algún que otro zapato de charol en mal estado. 

Un día el Sr. Benegas recibió una carta-documento enviada por el Dr. Américo Baroli, apoderado de la Sociedad Argentina de Vampiros (SAV), por la cual se lo intimaba a que “En un término perentorio proceda a retirar los vidrios espejados so pena de iniciarle una demanda penal por lesiones graves y reiteradas sufridas por distinguidos afiliados, quienes, no advirtiendo su propia presencia, colisionaban violentamente contra los mismos”... “Entre los citados compañeros, no obstante ser inmortales, esto no ha sido óbice para impedir la pérdida de parte de su dentadura, incluyendo algún colmillo, elemento indispensable para todo Vampiro que se precie de tal......” etc. etc. etc. ¨ . 

Se dirigio a la sede de la sociedad demandante, pero al doblar la esquina observo como unos elegantes señores vestidos de negro se despedían en la puerta con abrazos y risotadas del comisario Alderete, titular de la Seccional 38 en un tono mas que amistoso.

Buscó con afán un abogado a quien encargarle su defensa, pero fue sistemáticamente rechazado por todos con excusas banales tales como: “Los vampiros no existen”.

Llamó entonces a una conferencia de prensa.   Nadie concurrió.

Quiso contárselo a su analista, pero en la mitad del relato, habiendo transcurrido unos diez minutos, éste lo interrumpió nerviosamente y mirándolo por encima del marco de sus anteojos y poniendo el dedo índice sobre la esfera del reloj de pulsera, y le dijo: -“ lo siento Jorge, ya es la hora”-.

Como toda alma temerosa de Dios, no pisaba una iglesia sino para asistir a algún casamiento que otro. Y siempre a buen resguardo, es decir, cerca de la puerta. No obstante en su desesperación, se decidió a pedir el consejo del Padre Fleitas, un especialista en historias fantásticas y exorcismos varios. 

En la puerta misma del templo, se podía leer una nota fijada con tachas que rezaba, cómo no podía ser de otro modo, lo siguiente:

 -SE NECESITA SANGRE DE CUALQUIER TIPO Y FACTOR. PRESENTARSE EN AYUNAS EN LA DELEGACIÓN LOCAL DEL SAV A PARTIR DE LAS 8,00 HORAS –
Firmado,
Fleitas, El Cura,
Baroli, Presidente.

Hombre de reflejos, Benegas optó por colgar crucifijos en todas sus ventanas.
No resultó de gran utilidad con las palomas.
Pero los vampiros, por ahora, han cesado en sus reclamos.

 

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