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NATALYA CRITCHLEY, 
INSTRUCCIONES PARA METAFORIZAR LA CIUDAD

Carlos Yusti

 

Planificar una ciudad es un poco dibujarla en el papel. Pintar una ciudad ya edificada es metaforizarla, es romper sus lineamientos y medidas urbanísticas. A través de un trazado estético que idealiza de alguna manera la ciudad como instrumento artístico-comunicacional por excelencia. 

Aristóteles en el capitulo 8 de su libro "política" comunica que "Hipodamos, hijo de Eurifon, ciudadano de Mileto, inventó el trazado geométrico de las ciudades..." Pero aparte de este dibujo esquemático de la ciudad Hipodamos, también realizó los cálculos pertinentes de la cantidad de habitantes y de su división en grupos tomando en consideración su especialidad. Con esto el primer urbanista griego buscaba convertir la ciudad en un lugar cómodo. Desde Hipodamos se puede inferir que la ciudad existe como ideal, como poética utopía. 

Ciudad Guayana (que engloba, o comprende, dos ciudades en una: San Félix y Puerto Ordaz) responde a un estudio detallado de planificación científica. Urbanista extranjeros y del país se unieron para inventar una ciudad. Esta ciudad pensada y dibujada por especialistas es una de las constantes primordiales en el quehacer plástico de la pintora Natalya Critchley, nacida en Bourneumouth, Inglaterra. Reside en Ciudad Guayana desde hace algunos años. 

En los cuadros y las enormes telas de Natalya, Ciudad Guayana es una noción abstracta minada de luz, poesía y color. En sus pinturas Natalya trata de capturar los fuertes contrastes de una zona con un ambiente natural avasallante y magnético (El Orinoco, los saltos del Cachamay y la Llovizna) y el entramado construido por el hombre: empresas, urbanizaciones, calles y edificios. Lo artificial y lo natural en eterna disputa y complemento. No obstante,  la pintura de Natalya no se hace eco, en su trabajo pictórico, de este enfrentamiento, más bien ella sólo trata de poetizar la ciudad, de condensarla en sus cuadros como un hecho abstracto proporcionándole nuevas lecturas a la ciudad. 

Una de las dos exposiciones más relevantes de Natalya Critchley, "Los tendederos, visiones y perspectivas de lo urbano" (Galería de los espacios Cálidos -Ateneo de Caracas 1991) y "La fábrica de autopistas" (Ciudad Guayana, Sala de arte Sidor 1998).   En los tendederos, telas de gran formato colocados con ganchos de ropa sobre una guaya) la pintora explora la ciudad en su sentido monumental.   La muestra tiene características resaltantes.   En primer lugar el formato y el soporte sobre el cual descansa la tela. Esta propuesta buscaba dinamitar la idea del cuadro como objeto colgado en una pared.   En segundo lugar la muestra colocada en distintos lugares  (en el Bolívar Hall en Londres y en los espacios del Palacio Municipal de Ciudad Guayana) se adaptaba a los espacios más inusitados.  Las 14 telas que integraban la muestra hacen un repaso de Ciudad Guayana: avenidas, estacionamientos, calles, paisajes, terraplenes con camiones, grúas y construcciones.  La ciudad es idílica en su abstracción.  Natalya no pinta el drama de dos paisajes enfrentados  (el natural y el construido por el hombre).   La ciudad en los tendederos se convierte en una abstracción de luz y color que produce mucho goce visual.  La ciudad para Natalia es un hecho lírico-sensorial. Ella observa la ciudad desde un trazo desprejuiciado que no tiene en cuenta la perspectiva real.  Natalia más que pintar con fidelidad a la ciudad la recuerda desde una visión muy personal con un dibujo de mucha alegría y torpeza infantil.   Cuestión que por lo demás constituye en uno de los atractivos principales en el trabajo de Natalya.   En su exposición "La fábrica de autopistas" retoma la ciudad desde una noción simplificadora.   Además de la pintura realiza una instalación y subvierte el espacio, mete la ciudad dentro de la sala de exposiciones. 

Pintar la ciudad es un poco utopizarla.  Natalya Critchley lo hace a través de una propuesta estética que busca siempre renovarse.  Natalya traza la ciudad utópica a través del dibujo así como lo hacen algunos escritores a través de la literatura.   Recuérdese la ciudad perfecta descrita en "Utopía" de Tomas Moro, la ciudad del sol de Tomasso di Campanella, "La nueva Atlántida" de Francis Bacón.  Así mismo está la ciudad de un libro escrito anónimamente en México, pero publicado en Francia para esquivar la censura; me refiero a "Año dos mil cuatrocientos cuarenta" y claro la ciudad lunar descrita por Cyrano de Bergerac en el libro "El otro mundo.  Los estados e imperios de la luna".   Estas ciudades utópicas y abstractas  (como la ciudad obsesiva de Natalya) son parte de una poética, de un ideal. 

Uno que es irreductiblemente un animal de ciudad, una rata de suburbio (con perdón de las ratas) sabe que las ciudades, como ha escrito Juan Nuño, no son inocentes.   La ciudad de Natalya tampoco lo es porque responde un impulso poético, a una pasión.   La ciudad real donde queda muy poco espacio para la poesía también es una metáfora que se nos escapa.   Quizá lo que hace Natalya es capturarla en sus telas. 

Pintar la ciudad es una manera efectiva de perderse y encontrarse, es una forma de cohesionar lo caótico y convertirlo en un espacio comprensible, en un espacio de aprendizaje poético.   Adentrarse en la ciudad, como lo explica Walter Benjamín, es naufragar, es tener la posibilidad de perderse o como el autor alemán lo escribió:  "Poco importa no saber orientarse en la ciudad.  Pero perderse en ella, como quien se pierde en el bosque, requiere un aprendizaje.   Los rótulos callejeros deben sonar al errabundo como ramas secas que crujen a su paso, y las callejas de los barrios céntricos han de señalar las horas con igual claridad que las hondonadas del monte". 

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La ciudad como hecho y modelo artístico es un invento del siglo veinte.  En nuestro país Carlos Raul Villanueva diseñó la ciudad universitaria como un todo donde el arte, los espacios arquitectónicos, la naturaleza y el individuo se engranan y conjugan en un hecho estético sin parangón.   Natalya retoma estos postulados de la modernidad y convierte a Ciudad Guayana en un leitmotiv plástico y descubrir para los espectadores que sus estacionamientos, sus avenidas, sus edificios y sus paisajes naturales están bastante cerca de la metáfora.   Que la ciudad como obra de arte está delante de nuestros ojos y no en as páginas de un libro.   Que es necesario más que vivir en la ciudad, dejarse vivir por ella en los encantos de sus arrebatos de luz, color y oscuridad.

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