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PRIMER MOVIMIENTO

Mariano Cerrutti

Watching Alice, por Nick Cave.

La mañana llega limpia, llega y se convierte en una figura de cera. Pasan los minutos y ella sigue igual. Dentro del cuarto de un hotel, y hablo de un hotel que cuesta monedas, se abren a los hechos de la aurora nuestros dos héroes. Y sus ojos ciegos para los colores se quitan un tanto de hastío y un tanto de soledad, para descubrir uno y el otro, que están acompañados. Se besan con sabor a madrugada, beso en ayunas, y la cabeza de la mujer cae en las manos del hombre para confesarle a besos lo mucho que le adora. Y lo mucho que él le adora, es un regalo tierno, es un abrazo. Salgamos de la cama, dice él. Salgamos. Abandonemos el campo, dejemos las armas, es tiempo de partir. La mujer quita su cabeza del abrazo y se pone de pie, ya pasando por sus piernas un vestido rojo. Y cuando el vestido ha tenido en ella un desayuno, la transforma en alguien más, alguien que abandona la cama y abandona el cuarto para hacer del héroe un actor solitario. Se va a meter en el living room, que es un lugar de muchas voces, que habla lenguajes dispares y eruta sin olor. Hoy living room, servirás para que ella se ponga los zapatos y se sienta desanimada, luego mi amigo, serás algo más, serás un patíbulo y luego una arena y luego... ya verás.-
El se aparece en el living room, entra fuera de tiempo, demasiado pronto. Entonces se oye un sencillo displacer, que te retires he dicho. ¿Lo has dicho? Bueno, no. Tengamos una mañana tranquila, no quiero hablar de nada. Bien. ¿Hay trabajo hoy? Lo hay. ¿Vestirás el vestido rojo? Lo vestiré. Seamos amorosos el uno con el otro, ¿cuánto tiempo hay? Minutos. 
Y minutos apenas se sienten amorosos y él hace un viaje al pequeño salón de cocina y rescata dos tazas llenas de café, y siendo esto parte de su amor, besa las manos de su mujer y le ofrenda la taza de café. Beberás. Beberé. Hacen del amor por la mañana un lenguaje mudo, sentados en sillones y mirándose. Con una sonrisa de labios apretados el uno para el otro. Me voy. Bien. 
La mujer se retira por un lado y suenan así los pasos del reloj. Pasos duros que de pronto.

Segundo movimiento- Tears in the rain, de Joe Satriani

De pie junto a la ventana, una mano en el cristal, creyendo así que su mano está sobre un pedazo de cielo, sobre el cuerpo de su mujer. Y nunca más equivocado pasa su mano por el cristal, y el cuerpo de su mujer ladea sobre la calle, casi patina y toma un camino de rutina. Allá se va, y algunos van a pie sobre su lomo, otros le pisan. Pero la mano de nuestro héroe, quizás queriendo verse muy callada, pasa una y otra vez sobre el cristal. Mi mujer se fue, mi mujer se fue, se ha ido mi mujer. Sus cabellos nunca besan el peine, se enredan, sus cabellos y todo lo que va debajo. Se sienta en el piso con una mano en el picaporte, tentado de abrir la puerta, tentado de salir del cuarto a llamar a su mujer, tentado de subir sus puños en alto y hacerse hombre. Pero le han castrado, al menos en alguna parte de él debajo de sus cabellos. Morir es mi deseo. 
Y la espera hace del hombre una máquina sin fe. Golpea el brazo del sillón y se echa sin fuerzas sobre el piso. Luego, de pie junto a la ventana, vuelve a la caricias, vuelve al mal humor. Señor, señor, ¿me dice la hora? 
Se toma la cabeza entre sus manos, ligera y soberana, una cabeza simétrica, y complicada. Vuelve al dormitorio, donde la falta de su compañera le quita la voz. Buscando lo más fresco de su cama y se siente fuera de lugar, y se sacude ligero a la una, a las dos y a las tres. Busca el lugar que ocupa su mujer y esconde la cabeza bajo la almohada. La almohada le quita el aire, y así sin aire y sin voz, llora.

Tercer movimiento- La última curda, por Aníbal Troilo

Lo sé, lo sé, que ya nadie se echa a llorar sin público. Pero que más me queda, si no es el silencio de las cortinas, ellas, gastadas y viejas, las que me miran igual todas las horas del días. Que no miren y entonces podré guardar mi llanto para ella, la que no sabe volver.
Se arrodilla sobre la cama y luego clava su puño en el colchón, que se hincha de aire y burlón, apenas se sacude. Parece un bandoneón mal castigado, copiando las canciones más felinas, chillando como niñas o señoras, sintiendo que en su vida, quizás quizás, no tenga nombres para darle a lo que siente. Y el héroe, puño clavado en el colchón, corre hacia el living room, y se pega a la ventana, por tercera vez. Sus manos tiemblan, y de a poco van trepando la pared hasta sentirse cómodas. Al otro lado sigue la mañana, que le ha encontrado desvelado, échate a dormir si nada te queda, no seas molesto, sólo duerme. Y si no has de dormir has algo bueno por el día, algo que sea bueno en verdad.

Cuarto movimiento- Fantaisie impromptu, de Chopin.

Se ha llevado su jeta ilustre al lavatorio, a mojarla algunas veces y a verse al espejo. Hunde sus manos bajo el grifo y las frota con gesto ritual, ya sin palabras en su cabeza se dedica a soñar. Y ahora viene, como bajando a saltos el paisaje de precordillera, como llenándose del humor salvaje de la tierra indómita. Qué hermoso es todo, qué hermoso y lleno de silencio. Cuanta hermosura se dio lugar aquella noche que la conocí, su cuerpo y mis besos y esa profunda soledad, era de noche y lo recuerdo. Moja su jeta ilustre y promete algo al espejo, ya sonríe, y el grifo moja sus manos. 
Abandona el lavatorio sin cerrar el grifo, con pies ligeros, en dirección a la puerta, ya sonríe y antes de chocar con la pared la puerta se abre y aparece su mujer. Su mujer, con el labio hinchado.

Interrupción- Sólo silencio.

¿Qué ha pasado? El día entero, el día se ha escapado entre sus hábitos de alcoba y su cabeza sin peinar. Ha hecho su escape la mañana sin sonar una nota. Y ahora, todo oscuro afuera, una puerta abierta y su mujer. Ella cierra la puerta y deja caer sobre la mesa baja del living room una plomada hecha de billetes y monedas gruesas. No quiere hablar cuando cae la noche. Él sigue su paso con los ojos fijos en el labio hinchado. Hinchado, ¿cómo vino a hincharse así ese labio? Le han golpeado, no cabe duda. Le han golpeado como en otras tantas ocasiones. Ella camina y se libera del vestido rojo. El grifo sin cerrar canta solitario, porque nuestros héroes ya no cantan. Entra en el baño, a puerta cerrada, ella se ducha, y él espera. El sonido de la lluvia le muerde un hombro y tanto tanto llueve en su cabeza que pone sus pies a caminar y se va. 

Final- Teardrop, Portishead c/Massive Attack

Ella se sostiene dándole pitadas furtivas a su cigarrillo, y demasiado triste como está decide tirarse en el sillón en lugar de recostarse sobre la cama. El cuarto sigue la letra de la canción y se incendia sin colores, sin colores y trepando hasta la noche de todas las noches. Cierra sus ojos y piensa en él. Luego siente que todo es una función de teatro, y piensa en lo bien que va llevando su papel. Habrán de aplaudirle, por seguro, habrán de sentir mucho amor por ella una vez que deje el escenario. Te habrán de esperar, no tengas prisa, ahora es tu momento de pensar en él. Da unos golpes a su cigarrillo y se deshace de la ceniza. Pero la ceniza sigue ahí, sobre el sillón. Pensemos en algo más, sigamos con la canción, hagamos de todo un gran fuego y nada más, ya tendremos tiempo de deshacernos de la ceniza. Ella entra en el sueño y llega la mañana. La mañana llega limpia y él entra por la puerta y deja otra plomada de billetes y monedas sobre la mesa baja del living room. Se arrodilla junto a ella y la adora a besos. Entra en el sueño. 

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