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LA ORQUESTA DE LA VIDA

Azálea Carrillo

Mención de Honor
en el concurso Internacional
de Poesía, Cuento y Ensayo
Pegaso Ediciones, Argentina 2001

Cuento finalista en el II Concurso
Internacional de cuentos "Ilusión" 2001
del Club Cultural de Miami "Atenea"

Los violines entonaban su dulce melodía, los trombones se escuchaban imperceptibles, el platillo trataba de ser fugaz, un... dos... tres...   El maestro movía la batuta al compás de la música,  y el tiempo pasaba
rítmicamente.  De pronto, un arpegio mal venido hizo desbalance, y el sonido se rompió cayendo las notas en una fatal desorganización. El director de la orquesta de la vida miró furibundo al que había roto tan sutilísimo acorde, tratando de seguir la armonía agitaba velozmente su batuta, un... dos... tres... Afuera se oyeron campanadas venir de una iglesia, algo sucedía, se oían pasos correr, gritos de voces alarmadas, rápidamente el conductor en un arranque musical dirigió su batuta al pianista, el cual moviendo sus artejos buscó en sufragio el más pianísimo acorde, moderando la sinfonía. Los músicos diestramente lo siguieron, y la estabilidad de nuevo llenaba los espacios con  pausas en trítono, todo volvió a la normalidad afuera en la calle...   La  orquesta continuaba con armoniosa fluidez el compás que la vida iba  marcando... El director en complacencia cumplía su trabajo magistralmente, movía su varita con presteza, extrayendo las más exquisitas melodías que oídos humanos hayan podido escuchar.

Síncopas de dos sonidos irrumpían la sintaxis musical, un... dos... tres..., el maestro se agitaba nervioso, algo no daba la medida justa en el fluir de la música. Se escuchó, sin previo aviso, dándose a notar cabalmente, la resonante bandola, el director pateó en disgusto tratando de desviar el sintonismo influyente que estaba por venir, de repente la flauta se escuchó con tropeles de métricos sonidos, le siguió simultáneamente el clarinete en perfecto sincronismo, la batuta del maestro seguía dando frenéticos movimientos sin poder detener el desenfreno de notas... Un grito de ¡alto!,  se escuchó entrar por la ventana mientras se oían pasos correr atropelladamente; ¡pare o disparo!, se volvía a escuchar desde la calle el descabellado vocear, los pasos corrían veloces, sin esperarlo el tambor descargó el peso de su agudo sonar dando un estruendoso golpe... Se oyó un tiro, alguien cayó al pavimento, una sirena se escuchaba venir, los músicos se miraban inquietos mientras trataban de mantener el ritmo de las notas, el maestro seguía su dirigir sin hacer caso de lo que pudiera estar sucediendo afuera en la calle, su atención estaba en dirigir la orquesta y no podía detenerse bajo ninguna circunstancia... Se escucharon las sonajas seguidas del ostentoso bombardón; un alto de violonchelo, una subida en detención...,
para volver a los violines en armoniosas sonatas, esparciendo con melódicos acordes, sutiles ritmos de paz...

Volvió el director a llevar el mando, esta vez no iba a dejar que se le escapara ni el más escurridizo acorde, todo tendría que estar unido al pentagrama de la vida que da la música más significativa y volátil...
El metrónomo continuaba contando los segundos en el paso de la escala que había que seguir...
La orquesta no puede parar... ¡No tenía fin!


 

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