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LA POESÍA  VIENE DE LA ETERNIDAD...

Yanira Soundy

Quién diría que Bécquer no representó nada en su tiempo. Que vivió y murió pobre y casi desconocido. No le consideraron como un gran poeta sus coetáneos. Los “grandes” de ese momento eran oratorios, elocuentes, pomposos.

Esto mismo sucede en todos los tiempos.  Los poetas y las poetisas trabajamos duramente y a pesar de ahondar más en el sentimiento y afinar nuestra sensibilidad muchas veces no somos tomados en serio por nuestra sociedad.

La poesía  nos da una visión clara, honda y aguda de la belleza y la vida cotidiana. 

Todas las personas que escribimos poesía experimentamos sensaciones indefinibles de enervación, marasmo, vaguedad. Y es en estos momentos cuando todo parece cubierto con un velo, que llegan a nuestros sentidos: una voz, un sueño, el soplo del viento, el viejo reloj en la penumbra, el aullido lejano de un perro,  todos con una claridad y agudeza indefinibles y un significado distinto.

Los  poetas y poetisas debemos vivir entregados a nosotros mismos. Y como dice Martín Alonso “La palabra se hace alma en el ritmo poético”.

El misterio de fray Luis de León es no saber “lo que es y lo que ha sido, y su principio propio y escondido”. El misterio de Góngora es ignorar si cuando estaba sumido en “un parasismal sueño profundo soñaba o no soñaba”. El misterio de Rubén es no poder decir “adónde vamos, ni de dónde venimos”..

Entonces la poesía ¿es el pensamiento? ¿es el ritmo? ¿o es la imagen?... cada uno de estos elementos puede unirse al otro y la poesía perfectamente puede no venir a la cita. Comparto el concepto del maestro Dámaso Alonso cuando en su obra “Ensayos sobre poesía española” afirma que la poesía es “la intima vibración del poeta, por vías del misterio comunicada a su obra; vibración que en ondas de luz nos descubre hasta profundidades últimas, como en prodigio, el pensamiento, nítidamente traslúcido e intensificado; temblor que avanza en música a lo largo del ritmo; sacudida que hace fúlgida la imagen; vibración, estremecimiento, furia, lo llamaron los antiguos, que une todos esos elementos; y ya, en la obra inconsútil, pensamiento, imagen, ritmo, son un solo e indivisible ser: la criatura del arte, el poema”. 

Para muchos toda la lírica es poesía, pero en realidad no todo lo poético es lírico. La aptitud lírica es algo intimo y cargado de plegaria. Los poetas y poetisas ahondan dentro de si mismos buscando lo divino. La lírica no analiza, no razona, ni enumera. Es simplemente intuitiva y amorosa.

En la lírica se suscitan los sueños. Para el caso podemos admirar a Bécquer y sentir sus rimas por resonancias íntimas de autenticidad lírica.

Para otros que toman las palabras de Aristóteles “La esencia del Arte es crear lo verdadero con reflexión” , la poesía es obra culta de las minorías, de almas interesadas en las imágenes conceptuadas de los poetas.

Los mejores poetas y poetisas son aquellos que prenden su fuego en todas las personas por igual, desde el profano hasta el literato. Porque debemos comprender, que el filósofo no debe acercarse a la poesía como filósofo, ni los científicos como científicos, o los profesionales como profesionales, por citar tan sólo ejemplos, sino como personas que vibran. Sólo así encontrarán al poeta y la poetisa de su tiempo.

Y para concluir este comentario en ocasión de celebrarse el día internacional de la poesía, los invito a escuchar las palabras de Azorín cuando dice:  “El poeta está en todo momento presente; no pasa nunca; vive en la montaña o en el valle, a orillas del mar o junto al río. Para él es todo: montañas, mar, árboles, ríos, nubes, viento, luz, sombra y humo; él está con su espíritu y no necesita accesorios.  En su seno lleva el misterio.  Y ¡Ay del poeta que no tenga su misterio!.

   

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