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VISION DE UNA PERIODISTA SOBRE LA DROGA
Conferencia dictada por la propia autora en la Universidad de La Laguna, Canarias)

Maite Mainé 


Es un hecho evidente que, en la actualidad, España está sufriendo una invasión, tanto en el camino distribuidor como en el consumo individual de las drogas. En cuanto a esta toxicomanía resalto muchísimo el papel que, como puente desde América está sufriendo España y, sobre todo, la zona del litoral Mediterráneo –la zona costera- desde los puertos de Turquía, Grecia, Marsella, Barcelona, Algeciras y Canaria que son rutas habituales y también ¿por qué no decirlo? las rutas africanas que, burlando las vigilancias hacen escala en España.

Por otro lado, existe un aumento capital en la sociedad actual española, que se inicia ya en las puertas de algunas escuelas. Se han llegado a detectar en algunas aulas niños de 9 años que ya consumían algún que otro porro, inducidos por adultos que los ofrecían a las puertas de esas mismas escuelas.


     Foto: Maite Mainé
Ante el creciente aumento de toxicómanos en nuestro país, cabe una pregunta que está en todas las mentes:   “¿Por qué se drogan los jóvenes?”    Si miramos a nuestro alrededor,   si hemos podido incluso introducirnos en centros de rehabilitación de toxicómanos,   podemos constatar que,   la mayoría son personas adultas pero jóvenes,   en edades comprendidas,   principalmente entre los 16 y los 25 años.   En contadas ocasiones sobrepasan los 30 años.   ¿Por qué? ¿Hay alguna razón fundamental?   ¿Por qué se droga esa juventud  –nuestra juventud, en este caso-?

Habitualmente, vemos cómo la persona que ha logrado un equilibrio en su vida, una estabilidad, ya sea en su trabajo o en su medio ambiente, en su entorno familiar, muy raramente se convierte en un toxicómano.

Una cosa resulta muy clara: no siempre el que se droga es un delincuente, un suicida, un desesperado, aunque no cabe duda que hay delincuentes, suicidas e incluso degenerados, que se drogan.

¿Dónde radica el problema? Es la eterna pregunta. Porque si hay algo claro es que el aprendiz de toxicómano, el que empieza por un simple porro y puede terminar inyectándose heroína, es un individuo que reniega de sus principios, no se siente absolutamente identificado con los valores familiares, con la tradición, con “su” cultura. ¿Cuáles son los motivos que le impulsan a fumar ese primer porro? Personalmente, creo que el toxicómano es una persona que presenta un proceso caracterial inmadurativo., con un notable desequilibrio o inestabilidad, pero en todo caso, siempre existe una “causa”. Como toxicómano, no me refiero al señor que, por curiosidad o bien de una forma totalmente alternante, fuma un porro o incluso, se inyecta, pero muy de tarde en tarde, muy esporádicamente, y casi más por malsana curiosidad que no por otra motivación. No merece la pena comentarlo porque eso, para él –o para ella- inconscientemente, cree forma parte de un hobby, como un divertimento. Existe el caso desde una habituación del “apoyo”, que tanto podemos ver a la persona que para “funcionar” necesita un determinado grado de alcohol o que, para evadirse necesita pincharse o cualquier otro “apoyo” toxicómano. A este individuo, más que castigarle, hay que ayudarle.

Existen dos tipos de toxicómanos: los que van al psiquiatra por propia voluntad, y deseando ser curados y los que son llevados, contra su voluntad, por sus familiares. Si van voluntariamente, ya es una ventaja. Si van llevados por la familia, realmente entonces la labor del psiquiatra es abandonar la posición rígida, aquella profesión tan profesoral, tan paternalista, tan de reñir, de amonestar, de aconsejar. Tienen que encontrar al psiquiatra como un hombre que sabe lo qué es ese mundo de la droga. No quiero significar que el psiquiatra “ haya vivido en este mundo” pero sí que lo conoce perfectamente, que no es un mundo segregado, que no es un mundo corrompido, que no es un mundo pecaminoso, que no es un mundo antisocial, sino que en realidad es una etapa que hay que ver por qué se ha llegado a esos extremos y de qué manera hay que salirse, si es que en realidad quieren salir de esta dura etapa de su vida.

El drogadicto, en el 75 u 80 por ciento de los casos, vuelve a recaer en su adicción, una vez salido de los Centros de Rehabilitación. Unas drogas producen más o menos lesiones, pero en una u otra forma, 

todas condicionan. Todos los productos que crean una habituación es evidente que provocan un trastorno que tanto desde el punto de vista metabólico, cerebral, como desde el punto de vista orgánico, producen unas lesiones, perfectamente demostradas y demostrables en nuestras estadísticas.

El hábito a la heroína o cocaína provoca una irritabilidad en la zona temporal, que se traduce en el electroencefalograma. Las estadísticas constatan plenamente en que el trastorno caracteriológico coincide plenamente con el trastorno electroencefalográfico. Desde un punto de vista de laboratorio, vemos que existe una alteración en todas las encimas, en todas las aminas cerebrales.

Aunque todo depende del grado de habituación, de su recuperación y de su rehabilitación o reintegración, hay un rechazo evidente de la sociedad hacia ese ser marginado. No digamos ya del drogadicto que queda con una disminución de sus capacidades volitivas, o intelectivas, porque éste, a buen seguro, será rechazado.

Completamente de acuerdo con que al traficante, a toda esa amalgama de desaprensivos que se ganan la vida en la explotación, se le condene., y las penas debieran ser evidentemente importantes, dado que son gente que va contra la sociedad.

Pero la pregunta sigue latente: ¿Qué mundo desconocido intenta alcanzar el joven, cabalgando sobre la droga? Un hecho es cierto: que a ese joven que busca ese tipo de “evasión”, este mundo –nuestro mundo-, el cotidiano, el de andar por casa, el que vivimos la mayoría de nosotros, no le interesa o le interesa muy poco.

Me pregunto si esa multitud de jóvenes que se drogan saben a dónde van o hacia dónde, o en busca de qué. Pero sí sé que la mayoría –la inmensa mayoría- van huyendo de algo que, o no les gusta o se sienten incapaces de afrontar. O se sienten rechazados o se sienten inseguros, pero es evidente que, o van buscando o huyen de algo, o no se integran, pero siempre el problema es que ellos suponen que la droga es un refugio, un estar mejor, evadirse, tener más fuerza, más vitalidad, más alegría, más optimismo, aunque sea momentáneo, pero aquel momento, para ellos –craso error- les es muy gratificante.

Vivimos en un mundo mecanizado, planificado, un mundo que no gusta a un número importante de jóvenes. Eso les induce a sentir hastío, porque ser joven es sinónimo de aventura, de rebeldía, en suma, de contestación, si se quiere llamar así.

El joven, a veces, experimenta un cierto goce en estar solo, porque estar solo –en el más alto sentido es esencial. Aquella soledad del que se retira da una sensación de poder, de fuerza, de invulnerabilidad. Porque esa soledad es evasión, es aislamiento, es refugio casi. Sin embargo, y pese a que, exteriormente, experimentan un cierto placer en estar solos, es el miedo a la soledad interna de lo que huye. Pero el miedo no es abstracción. Existe sólo en relación con algo. Sólo hay miedo a la soledad interna. Y ese algo lo mismo puede ser la familia, el trabajo, la preocupación por el futuro o por la muerte. Huyen de sí mismos, sin darse cuenta de que al huir de ellos mismos, caen en la dependencia. Y esa dependencia se fortalece, crece. Las evasiones se hacen más esenciales. Tienen miedo a esta soledad, a este vacío, y la dependencia cubre todo esto, en una búsqueda constante de un resultado. 


Foto: Maite Mainé

Y no nos damos cuenta que la búsqueda del resultado, del éxito, limita, porque siempre está aproximándose a su término. Llegar es algo así como morir. Y sin embargo, no nos damos cuenta que es eso lo que estamos buscando. Inconscientemente estamos buscando la muerte, sólo que la llamamos meta, resultado o propósito. Nuestro único fin es llegar.

Utilizamos a nuestros amigos, a nuestra pareja, a veces, hasta a nuestros propios hijos, para alejarnos de nosotros mismos. Vivimos y dependemos por ellos y de ellos. Y ellos, a su vez, nos utilizan a nosotros. La utilización es recíproca. Y a esa utilización, cuando se produce, se le llama amor…..

No podemos huir eternamente. Primero tenemos que dejar de escapar, de huir, y sólo así podremos observarnos y ver cómo somos realmente. La falta de caridad humana: otro de los factores que aboca al individuo a la soledad interna. Tenemos tantos problemas propios que no disponemos –o no queremos disponer- de tiempo para ocuparnos de los ajenos. Y abrir el corazón es importante. Todos tenemos –o podemos tener alguna vez la necesidad de vaciarlo ante alguien. La introspección jamás podrá abrir el corazón: es aislante, deprimente y completamente inútil. Estar abierto es escuchar, no sólo a uno mismo, sino también a cada influencia, a cada movimiento alrededor de uno. Pero.¿tenemos la seguridad de que alguien querrá escucharnos?

Me viene a la memoria un caso ocurrido en el seno de una importante familia de las altas esferas de Barcelona: Una familia respetada por todos y cuyo cariño se centraba en una única hija, cuyo nombre no me parece oportuno ni prudente indicar, vieron cómo, de la noche a la mañana, algo iba mal. Procuraron establecer un diálogo con la hija, la advirtieron que las compañías que frecuentaba eran indeseables. Todo inútil. Uno puede pararse cuando sube, pero jamás cuando baja. Y la pendiente estaba allí. La propia madre me contaba un dia lo ocurrido entre lágrimas reprimidas: El círculo en el que se movía su hija se hacía cada vez más peligroso, exigía una rápida decisión. Y la madre no dudó. Con todo el dolor de su corazón, pero con el amor de madre, hizo en aquel momento lo que creyó era su deber para salvar a la hija cuando había fallado el diálogo tantas veces requerido.

- “ Cuando vimos el peligro inminente –me decía- no dudé, no dudamos. Ella estaba en el epicentro del huracán. Sus amigos, su pareja incluso, eran drogadictos. Tenía muchas probabilidades de convertirse ella misma en toxicómana.”

Los propios padres la denunciaron y la Policía la detuvo. Puede parecer horrendo dicho así, friamente, pero era el único recurso que tenían a mano para salvarla. La madre continuó contándome:

- “ Gracias a la Brigada anti-droga, salvamos a nuestra hija"   Están mentalizados y tienen una comprensión y una bondad casi franciscana, pero lo que pasa es que faltan más centros de rehabilitación y la propia Brigada se lamenta de esta falta.

He traído a colación este caso porque hay que contribuir, por todos los medios posibles, desde cualquier vía de comunicación, a mostrar cómo debe orientarse a una familia, qué es la estabilidad individual; la estabilidad familiar desde un punto de vista dinámico funcional, qué es el desarrollo del carácter de los niños, la formación de su personalidad, el darles una seguridad, una confianza en sí mismos, el estimular su capacidad intelectiva, etc.etc.

Estamos asistiendo a una mitificación casi de la droga, ese fenómeno que habría que analizar a la luz de una cierta miseria cultural que ha arrasado durante más de años y realizarse estudios muy profundos en este sentido. Quizás así pudiéramos evitar que gran cantidad de drogas –la heroína,por ejemplo, auténtico veneno mortal cuyo uso hay que condenar severamente y que cada vez produce más muertes.

Muchos estudiantes saben de la facilidad de comprar anfetaminas como si se tratase de simples aspirinas. Muchos estudiantes, en víspera de exámenes, son conocedores de esto……El ser humano, por otro lado, se ha sentido siempre deseoso de ir más allá de los límites de lo cotidiano, a la búsqueda incesante de nuevas sensaciones en el sentido estricto de la palabra. La introspección de las profundidades del ser humano, la búsqueda de la felicidad son, o pueden ser, algunos de los argumentos a favor de las drogas.

Para la condena –o defensa- debiera exigirse un previo análisis de los principales grupos de tóxicos, de sus efectos en el ser humano y en la sociedad.

Por otra parte, más allá del aspecto médico, emitir un juicio de valor sobre el toxicómano, haciendo abstracción de las circunstancias que lo indujeron a su estado de dependencia, sería una falta de respeto hacia el ser humano. Pero hay una pregunta que muchos nos hemos formulado más de una vez: la despenalización de las llamadas “drogas suaves” evitaría el consumo de las “duras” o incitaría a consumirlas?

Ese es un problema que considero muy grave y que si médicos, psicólogos y criminalistas estuviesen de acuerdo y convencidos plenamente de que quien fuma un porro nunca caerá en la tentación de inyectarse heroína, por ejemplo, es posible que las leyes adoptaran otra postura frente al problema.

Poco a poco, el hombre va camino de convertirse en una pequeña célula, en un simple engranaje de una máquina superpotente y devastadora.  Presenciamos un hecho que hace cien años hubiera parecido imposible: la supresión y muerte del individuo.

Estar abierto es escuchar, no sólo a uno mismo, sino también a cada influencia, a cada movimiento alrededor de uno.   Pero…  ¿tenemos la seguridad de que alguien querrá escucharnos?

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